Recapitulada por el P. Cano
– CAUTIVERIO DE AVIÑÓN
La muerte de Bonifacio VIII en 1303 marca el fin del prestigio medieval pontificio. El rey francés Felipe el Hermoso, instigado por Nogaret, presionó para que se eligiera un Papa distinto de Bonifacio VIII. Su sucesor, Benedicto XI, tuvo un pontificado muy breve (1303-1304). Nogaret presionó desvergonzadamente al Sacro Colegio, hasta que al fin fue elegido Papa Bertrand Got, arzobispo de Burdeos, que tomó el nombre de Clemente V (1305-1314).
El nuevo Papa rehusó trasladarse a Italia, cuya situación social le causaba temor, y decidió que su coronación tuviera lugar en Lyon, donde fijó su residencia. El año 1309 se trasladó a Aviñón, donde vivió hasta su muerte.
Durante más de setenta años los Papas residirían en Francia. Este período del Pontificado aviñonés ha sido llamado »segunda cautividad de Babilonia» y »cautiverio de Aviñón» (1305-1378).
Las consecuencias de esta decisión fueron tristísimas. Roma y los Estados pontificios quedaron en manos de facciones y partidos. Los Papas se rebajaron a meros instrumentos de la política de una nación, Francia. Para contribuir a los nuevos gastos de la Curia pontificia se establecieron nuevos sistemas de impuestos que hicieron odioso al Romano Pontífice.
Clemente V, intachable en su vida privada, fue prototipo de la debilidad frente a los poderes políticos. No cedió en puntos dogmáticos, pero sus debilidades causaron daños irreparables a toda la Iglesia. Murió en 1314.
– PAPAS DE AVIÑÓN
La elección del nuevo Papa, sucesor de Clemente V, fue muy complicada. Sólo después de más de dos años salió elegido Juan XXII (1316- 1334), francés. Hombre enérgico, de gran capacidad de trabajo y dotes de mando, pero que no poseía el tacto y la comprensión necesaria para acomodarse a las personas y a las circunstancias. También estuvo muy influenciado por la política francesa. En teología defendió la opinión personal y privada de que las almas sólo alcanzarían la visión beatífica después del juicio universal, pero se retractó antes de su muerte.
Su sucesor, Benedicto XII (1334-1342), era monje cisterciense, de carácter sencillo, amigo apasionado de la paz. No cayó en el nepotismo, verdadera plaga de los Pontífices de este tiempo; pensó volver a Roma, pero la situación caótica de los Estados pontificios le acobardó. Comenzó la construcción del palacio pontificio de Aviñón, que afianzó la estancia de los Papas en esta ciudad francesa.
El nuevo Papa, Clemente VI (1342-1352), hombre de gran erudición y prudencia natural, pero amigo del boato, se dejó arrastrar por completo por la influencia francesa. Terminó el palacio de los Papas y compró terrenos en sus contornos, creando un pequeño Estado del Papa.
Inocencio VI (1352-1362), hombre sencillo y pacífico, realizó empresas notables. Su defecto principal fue el nepotismo y la sujeción excesiva a la política francesa, defecto crónico en los Papas de Aviñón. Durante el Pontificado de Inocencio VI, el cardenal español Egidio de Albornoz reconquistó y reorganizó los Estados pontificios, sometidos por el fanático Cola de Rienzo.
El primer Papa que volvió a Roma, en 1367, fue Urbano V (1362-1370), por los ruegos de Santa Brígida. Trabajó con decisión y energía en la reforma de diversos abusos eclesiásticos y suscitó la Cruzada que terminó con la conquista de Alejandría en 1367.
Muerto el cardenal Albornoz, los partidos volvieron a resucitar los desórdenes y tumultos en Roma. El Papa se dejó convencer por los partidarios de Aviñón y volvió a la ciudad de Aviñón en otoño de 1370, donde murió el 19 de diciembre del mismo año. Se cumplió así la profecía de Santa Brígida.
El sucesor de Urbano V, que tomó el nombre de Gregorio XI (1370-1378), era sobrino de Clemente VI. Ante la intervención de la República de Florencia en Roma, el Papa lanzó el entredicho contra Florencia. Santa Catalina rogó a Gregorio XI que volviera a Roma. El Papa volvía a Roma el año 1377. Pensó volver a Aviñón, pero su repentina muerte, en marzo de 1378, lo impidió. Desde entonces los Papas han vivido en Roma.