Recapitulada por el P. Cano

– INICIO DEL CISMA DE OCCIDENTE

A la muerte de Gregorio XI, el pueblo pedía un Papa romano o al menos italiano. Los dieciséis cardenales estaban profundamente divididos. Once eran franceses, pero entre ellos mismos se formaron dos grupos antagónicos. En la mañana del 8 de abril de 1378 se celebró la misa del Espíritu Santo; los cardenales eligieron Sumo Pontífice al arzobispo de Bari, Bartolomé Prignano, medio francés, medio italiano.

El nuevo Papa, Urbano VI, poseía grandes cualidades, pero no respondió a las circunstancias que se le presentaron. Con gran decisión se dedicó a la reforma eclesiástica; pronto chocó con la oposición de los cardenales, acostumbrados al boato de Aviñón. Un grupo de cardenales abandonó la Curia y rompieron con Urbano VI. Publicaron un manifiesto en Anagni. Afirmaban que la elección de Urbano VI era inválida por falta de libertad de los electores, afirmación totalmente falsa.

El 20 de septiembre, los trece cardenales rebeldes, con el apoyo del rey de Francia, eligieron un antipapa francés en la persona de Roberto de Ginebra, que se llamó Clemente VII (1378-1394). Se iniciaba así el cisma de Occidente.

– DIVISIÓN DE LA IGLESIA

El antipapa puso su corte en Aviñón. Muchos le siguieron. De hecho, la Cristiandad se dividió en dos obediencias. Siguieron a Clemente VII Francia, Nápoles, España y Escocia. A Urbano VI le siguieron Roma y los Estados Pontificios, Inglaterra, Hungría, Escandinavia y parte de Alemania con su Emperador.

La confusión era tan densa que hasta los mismos santos seguían a uno u otro Papa: Santa Catalina de Siena, trabajaba incansablemente por Urbano VI, y el gran apóstol San Vicente Ferrer empleaba su influjo en favor del Papa de Aviñón, que él creía legítimo.

El cisma de Occidente se prolongó durante cuarenta años y las consecuencias fueron catastróficas. El prestigio del Pontificado sufrió muchísimo con las luchas de unos contra otros. De tal manera, que se generalizó la duda sobre la necesidad del Primado Romano. Éste fue el origen de las teorías conciliaristas.

– DESARROLLO DEL CISMA DE OCCIDENTE

Urbano VI murió en octubre de 1389. Le sucedió Bonifacio IX (1389-1404), que afirmó su autoridad en los Estados Pontificios, pero en las cuestiones eclesiásticas fue deficiente. Mostró poco interés por la solución del Cisma.

Tampoco el antipapa Clemente VII se preocupó por la solución del conflicto. A su muerte en 1394, fue elegido el español Pedro de Luna, quien tomó el nombre de Benedicto XIII (1394-1416). Al entrar en el Cónclave se comprometió a renunciar a la dignidad de Sumo Pontífice para buscar una solución al cisma, pero elegido Papa no quiso renunciar.

Los buenos cristianos veían que aquella situación no podía continuar. La dificultad estaba en hallar un medio eficaz para solucionar el cisma. La universidad de París se esforzó en hallar la solución. Los profesores alemanes Gelnhansen y Langestein propusieron el año 1380 la teoría conciliarista, que suponía que el concilio tenía más autoridad que el Papa. Otros pedían la renuncia de los dos Papas y, por último, se propuso la solución del compromiso: elegir un árbitro y que todos aceptaran su solución.

La situación se hacía insostenible. El nuevo Papa, Inocencio VII, (1404-1406) a pesar de su buena voluntad, no pudo conseguir nada. Su sucesor, Gregorio XII (1406-1415), pareció sintonizar con el antipapa Benedicto XIII, pero no se consiguió nada. Los cardenales de Gregorio XII y de Benedicto XIII, disgustados por la falta de comprensión de los Papas, rompieron con ellos y convocaron un concilio en Pisa (1409), con la intención de acabar con el cisma.

Dominados los cardenales por la teoría de la superioridad del Concilio sobre el Papa, depusieron a Gregorio XII y Benedicto XIII y eligieron al nuevo Papa, Alejandro V: El concilio no consiguió la unidad, sino que engendró más división. Con tres Papas, la Cristiandad se hallaba dividida en tres obediencias.

Alejandro V, apoyado por Inglaterra y Francia, consiguió apoderarse de Roma y entrar en ella. A su muerte fue elegido Juan XIII (1410-1415), hombre mundano que desacreditó la causa que representaba.