Montserrat
La humillación
“La humillación es [mi] alimento cotidiano. Comprendo que la esposa acepta todo lo que atañe a su Esposo, por eso la vestimenta del desprecio que lo ha cubierto a Él debe cubrirme a mí también. En los momentos en que sufro mucho, trato de callarme, porque desconfió de la lengua que en esos momentos es propensa a hablar de sí misma, en lugar de servirme para alabar a Dios por todos los beneficios y dones que me han sido proporcionados. Cuando recibo a Jesús en la Santa Comunión, le ruego con fervor que se digne sanar mi lengua para que no ofenda con ella ni a Dios ni al prójimo. Deseo que mi lengua alabe a Dios sin cesar. Grandes culpas se cometen con la lengua. Un alma no llegará a la santidad si no tiene cuidado con su lengua.” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 92.
Amor a la Madre de Cristo
“Sé bien que en esta tierra borinqueña ha sido siempre muy profunda la devoción a la Madre de Cristo y de la Iglesia. A Ella el puertorriqueño la siente de veras como la propia Madre del cielo. Ese amor a María os viene desde los primeros misioneros, venidos de tierras de arraigada tradición mariana. Vuestros religiosos, sacerdotes y Obispos -ininterrumpidamente desde el primer Pastor de esta sede arzobispal, Alonso Manso, el primer Prelado que pisó tierra americana- os han inculcado esta devoción. Ese profundo sentimiento de hermanos en la fe e hijos de una Madre común os ha enseñado la:»mutua comprensión, la hospitalidad, el amor a la convivencia en paz, la capacidad de entendimiento por encima de las diversas opciones sociales. Es algo que debéis preservar en todo momento y circunstancias.” San Juan Pablo II, Ante el V centenario de la evangelización de América, p. 47.
La Iglesia no puede ser neutral
“La Iglesia no puede ser neutral: la fe es tan real como la razón y la voluntad, la Verdad es la verdad eterna y lo que justifica la Iglesia es, en último análisis, la oposición al mal. La neutralidad es en cambio, consustancial con el Estado: inventado para poner fin a las guerras civiles religiosas (siglos XVI y XVII) a causa de la Reforma, su principio es la soberanía político- jurídica y su naturaleza la neutralidad. De ahí la religión civil como una religión neutral y que los gobiernos estatales tiendan a reducir las religiones -el cristianismo y cualquier otra- a la intimidad; si son tolerantes, al ámbito privado.” Dalmacio Negro Pavón, Revista Razón Española, nº 192, julio-agosto 2015, p. 21.
La tradición es el progreso
“La tradición es el progreso hereditario; y el progreso, si no es hereditario, no es progreso social. Una generación, si es heredera de las anteriores, que le transmiten por tradición hereditaria lo que han recibido, puede recogerla y hacer lo que hacen los buenos herederos: aumentarla y perfeccionarla, para comunicarla mejorada a sus sucesores. Puede también malbaratar la herencia o repudiarla. En este caso, lega la miseria o la ruma: y si ha edificado algo, destruyendo lo anterior, no tiene derecho a que la generación siguiente, desheredada del patrimonio deshecho, acepte lo suyo: y lo probable es que se quede sin los dos. Y es que la Tradición, si incluye el derecho de los antepasados a la inmortalidad y al respeto de sus obras, implica también el derecho de las generaciones y de los siglos posteriores a que no se le destruya la herencia de las precedentes por una generación intermedia amotinada. La autonomía selvática de hacer tabla rasa de todo lo anterior y sujetar las sociedades a una serie de aniquilamientos y creaciones, es un género de locura que consistiría en afirmar el derecho de la onda sobre el río y el cauce, cuando la tradición es el derecho del río sobre la onda que agita sus agua.” Juan Vázquez de Mella, El Verbo de la Tradición, p. 55.
El gobierno de uno es el mejor
“Santo Tomás, en una parte de su De Regno, nos orienta hacia la respuesta. Pone el gobierno de uno como el mejor en sí, observa que hay otras formas de gobierno, sabe que cada una de ellas puede degenerar en tiranía, pero retiene que en tal hipótesis, la tiranía de uno solo es sin embargo menos catastrófica que la tiranía de varios, porque ésta trae la guerra civil: «[ … ] los daños del gobierno de muchos son mas ordinarios que los que suceden del de uno. Porque por la mayor parte acontece que entre muchos alguno se aparte de la intención del bien común, que cuando es uno solo; y cualquiera de ellos que huya de este bien común, luego hay peligro de disensión entre los súbditos; porque habiendo disconformidad entre los Príncipes, consecuentemente la ha de haber esta la muchedumbre del pueblo».” Bernard Dumont, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, p. 416.
Necesidad moral
“Y todo ante la pasividad de unas masas que distan de ser aquellas masas exigentes que, a decir de GFM, «cuanto han perdido en ingenuidad emotiva lo han ganado en criticismo». Antes al contrario, éstas han devenido en el natural producto de un sistema educativo que pone el mismo acento en la transmisión de conocimientos técnicos que en la privación de la inteligencia crítica; siendo incapaces de comprender el mundo que les ha tocado vivir, quedan inhabilitadas para saber cuándo la rebelión contra ese mundo se convierte- en una necesidad moral. Transformadas en meros sujetos de consumo, del que hacen su forma de vida, la finalidad que el sistema les asigna se reduce a un «feliz» entretenimiento. Y por lo que se refiere a la ingenuidad emotiva, nunca la emotividad fue patrimonio de tantos como en la actualidad.” Óscar Rivas, Revista Razón Española, nº 193, septiembre-octubre 2015, p. 215.
La ley del más fuerte
“La Revolución no tiene de grande sino su inflexible lógica. Hasta los actos más despóticos, que ejecuta en nombre de la libertad, y que a primera vista tachamos todos de monstruosas inconsecuencias, obedecen a una lógica altísima y superior. Porque reconociendo la sociedad por única ley social el criterio de los más, sin otra norma o regulador, ¿cómo puede negarse perfecto derecho al Estado para cometer cualquier atropello contra la Iglesia siempre y cuando, según aquel su único criterio social, sea conveniente cometerlo? Admitido que los más son los que tienen siempre razón, queda admitida por ende como única ley la del más fuerte, y por tanto muy lógicamente se puede llegar hasta la última brutalidad.” Félix Sarda y Salvany, El Liberalismo es pecado, p. 14.