
Madre del Redentor y Madre nuestra; Virgen de la Caridad.
Tu que escuchaste y atendiste en aquella pequeña Ermita, situada a orillas del río Adaja, tantas peticiones de los pobres enfermos, que venían al Hospital en busca de remedio a las enfermedades del cuerpo; Tu que recibiste la visita de la joven Teresa, que vino a Ti desconsolada por la pérdida de su madre, para que la reemplazase durante toda su vida y la ayudaste a conseguir tan alto grado de santidad: míranos, postrados a tus plantas, para pedirte que nos lleves a Cristo: Camino, Verdad y Vida y derrames sobre nosotros los tesoros de tu gracia, para que seamos fieles discípulos de tu Hijo, que nos encomendó a tu protección desde la Cruz, y viviendo una vida cristiana conforme a la ley de Dios y al amparo de los mandamientos divinos, podamos ser también testigos ante nuestros hermanos, de nuestra fe y del amor que ofrece tu corazón a todos aquellos que acuden a ti, seguros de conseguir la eterna salvación al amparo de tu amor. ¡Oh Clementísima!, ¡Oh dulce Madre de Dios y Madre nuestra, Virgen de la Caridad!
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.