mariaIldefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

Virtud racional. -Bien puede llamarse de este modo esta hermosa virtud. -Todas las virtudes son, sin duda, muy racionales…, pero la templanza es, en verdad, tan propia y exclusiva de la racionalidad…, en cuanto que por ella, el hombre obra como tal… y cuando falta a esta virtud, más parece un animal que un hombre.

Contempla al hombre destemplado en el comer y beber… ¿No es imagen exacta de los animales inmundos, que se revuelcan en su misma comida? Mira al destemplado en genio y carácter, dejándose llevar de la ira: ¿no parece más bien una fiera que se ceba en su víctima? -La templanza es una virtud que tiene gran unión con otras, como con la mansedumbre y dulzura… y en especial con la mortificación, hasta tal punto, que bien puede considerarse como una parte o un ejercicio de esta última. -Sin embargo, bien está que la consideremos separadamente, ya que la Santísima Virgen también es de ella modelo acabadísimo.

En la comida y bebida. -Y ésta es la primera aplicación, que se hace de la templanza…, esto es, la moderación que se debe guardar en el comer y en el beber. -Mentira parece que sea necesario detenerse en esta virtud, aplicada a este punto…, pues parece incomprensible que el hombre pueda excederse en una cosa tan baja…, tan ruin…, tan degradante, como es el comer y el beber. -Esta necesidad de la naturaleza, es un verdadero castigo de Dios… y todos sentimos la humillación de vernos en esto totalmente semejantes a los animales.- La bondad de Dios endulzó este castigo, dándonos el sentido del gusto, para con él saborear los manjares… y estimulando el acto de la comida mediante el apetito…; pero el hombre, ha trastornado el plan de Dios y como si ese fuera el fin de la comida, parece que no busca muchas veces más que el satisfacer ese gusto, con refinamientos y exquisiteces culinarias… o saciar el apetito comiendo y bebiendo con exceso.

Según eso, la templanza, en este punto, ha de moderar no sólo la cantidad, no permitiendo más que lo que sea conveniente…, sino también la calidad, desterrando todo sibaritismo en el preparar y presentar la comida… Y hasta en el modo de tomarla con excesiva complacencia… o con modales que indiquen un ansia grosera e insaciable… ¡Qué aplicación tiene aquí aquel principio de que la educación y la verdadera urbanidad contribuyen poderosamente a la santidad!… En este caso van tan hermanadas la templanza y las reglas de la buena crianza, que se confunden la una con la otra.

Penetra en la casa de Nazaret y mira a la Santísima Virgen preparando y condimentando la comida de aquella casita… El condimento principal es la pobreza… y la frugalidad… y, sobre todo, el cariño y el amor con que la Virgen lo prepara y lo sirve todo. – Contempla aquella casita… y aquellos utensilios que emplean….; todo muy limpio, pero todo muy pobre. -Y, ¿cómo comerían aquellos tres personajes excelsos?… ¡Qué posturas… qué actitudes…, qué modales tan sencillamente correctos!… ¡Qué virtud de la templanza tan divinamente practicada en la casa de Nazaret!

Di a la Virgen que te la enseñe… y que te acuerdes de Ella, cuando te sientas a la mesa…, cuando te sirven algo que no te guste, para que te venzas y lo tomes…, o cuando, por el contrario, es algo que te agrada muchísimo, para que te contengas y no te excedas…: ¡Qué te acuerdes con la presencia de la Santísima Virgen, de sobrenaturalizar y dar un valor grande a este acto tan ruin y miserable, como es el de comer…; en fin, que nunca te levantes de la mesa, sin haber hecho alguna mortificación en honor de tu Madre querida…

En el dormir. -Otro acto humillante otra necesidad triste de nuestra naturaleza… ¡Qué espectáculo tan degradante  el de un hombre durmiendo!… Toda su vida racional y espiritual, está ausente por completo…; es la Imagen más perfecta de un cadáver… A la muerte se la compara con el sueño, y se la llama del mismo modo… ¿No es, por tanto, una aberración lastimosa convertirlo en placer desordenado? -Bien esta dormir lo necesario y lo conveniente, como es natural,  pero no con exceso…, pues este exceso es altamente nocivo para el alma y hasta para el cuerpo mismo.

No sabemos el tiempo que daba el descanso la Santísima Virgen…, ni cómo sería su lecho…, etcétera, pero ¿será mucho suponer que se levantaría con la aurora a cantar antes de la salida de sol, el himno de la gratitud que en la alborada entonan las avecillas y la creación entera a Dios?- ¿No podremos afirmar que muchas…, muchísimas veces interrumpiría su sueño para orar… y que muchas más todavía acortaría notablemente el tiempo del descanso para hablar en la soledad de la noche con Dios… y aún que pasaría algunas noches enteras en su compañía?…. ¿No lo hizo así  Jesús con frecuencia, como lo indica el Santo Evangelio? .. Pues, ¿cómo la Santísima Virgen dejaría de imitarle en esto, como en todo lo que le veía hacer?:..

En otras cosas. -En fin, la templanza se extiende a moderar todos los gustos y placeres que puede disfrutar el hombre, señalando claramente los límites de lo lícito e ilícito.- piensa en las superfluidades de tu casa, quizá sólo por el bien aparecer y aún fomentando con ello tu espíritu de vanidad… Piensa en tu persona… en el vestido y en el modo de arreglarte y componerte… ¡cuán necesaria es aquí la moderación para dar en el justo medio! -¡Qué bien sabe disculpar el demonio, con razones aparentes, de que es necesario vestir así…, componerse así… para no llamar la atención…!, etc. Y la razón verdadera es sencillamente la coquetería…, la vanidad… y el deseo de bien aparecer y agradar a los demás.

En las recreaciones y diversiones, aún buenas y sanas…, completamente lícitas y convenientes…, piensa en el modo que las tienes y cómo en ellas se descubre la persona culta…, educada… y mortificada. -Moderación y templanza en el hablar…, en el reír…, en el bromear…, en todos los actos en fin, no buscando lo más cómodo… muelle y afeminado… Así conseguirás disponer tu cuerpo para agradar a Dios, viviendo vida de mortificación y sacrificio…; disponer tu corazón para la vida interior de oración y recogimiento…, y, en fin, disponer tu alma para las prácticas de las virtudes sólidas y perfectas.

Aplica estos puntos a la vida de la Virgen y verás qué perfectamente estuvo adornada siempre con la hermosura de esta virtud de la templanza. -Suplícala te conceda estos frutos tan excelentes de esta virtud para tu cuerpo…, para tu, corazón…, para tu alma… y examínate bien en ella, para corregir lo que debas en esto.