Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 267, diciembre de 2001
Diciembre, el mes de la memoria
Es cierto que vivir es recordar. Diciembre, el mes del fin de año, es la llamada a nuestra memoria para que recordemos los beneficios que hemos recibido de Dios nuestro Señor, La primera semana debemos dedicarla a darle gracias al Señor por el don de habernos creado, sacándonos de la nada, para que pudiéramos conocerle y amarle. La segunda semana para recordar todos los dones naturales que continúan en nosotros el acto de la creación, pues constantemente recibimos sus dones a diario, que nos dicen a todas horas que nos abramos a la gratitud ya la acción de gracias continua. La tercera y la cuarta semana para pensaren el beneficio supremo de la Redención por la que eleva mi alma a tener el título de hijo de Dios por la gracia. No puede concebirse beneficio mayor, ya que la fe y la gracia me hacen entrar en la amistad con Dios y vivir inmerso en el misterio de su amor de misericordia infinita. Especialmente la cuarta semana, al verme delante de la divina Bondad recostada por mi nombre en una cuna de pajas para iniciar la obra de la salvación y redención. Debo recordar en soledad todo lo anterior, natural y sobrenatural, con mucha devoción y ternura, porque, ¿quién no puede sentir en su interior la dulzura del Niño de Belén que se me ha dado y se me da cada día en la Sagrada Eucaristía? Lo hace además como diciéndome el reclamo de bienes que me esperan en la Gloria, después del beneficio final de la muerte que tan poéticamente la define San Juan de la Cruz: Rasga ya el velo de nuestra separación. Entonces se me dará Él sin limitación alguna en la consumación de todo, sin los velos de esta peregrinación. Sigue leyendo
No solo se puede pecar de lujuria externa consumada.
Y ved ahora, señores, como la limitación del ser finito, de su fin peculiar y extrínseco, de la naturaleza de la persona inteligente y libre, y del orden moral que la enlaza con Dios, de su derecho supremo a alcanzar su destino por sí misma, del de excluir al que trate de impedírselo y del de juntar sus fuerzas con las demás personas para alcanzarlo, que origina la persona colectiva, de su variedad y coexistencia, de la necesidad de su jerarquía interior, y de la unidad religiosa y moral como ley íntima de todas. (Juan Vázquez de Mella – El Verbo de la Tradición)
*Los políticos de salón, disfrutan como lobos, haciendo su papelón.