José Luís Jerez Riesco
Con este panorama desolador, después, para mayor sorna y escarnio, se anestesia a las personas, haciéndoles creer una burda patraña, a sabiendas de su falsedad: «La soberanía reside en el pueblo», cuya creencia a pies juntillas, es un índice grave de infantilismo e inmadurez.
A ello habría que añadir los frutos de la funesta democracia española, que de manera, meramente enunciativa y no exhaustiva, podríamos citar, a modo de profunda reflexión los siguientes: el separatismo y la hispanofobia existente en amplias zonas periféricas, principalmente en las regiones de Cataluña, Vascongadas y Galicia; las depredadoras taifas autonómicas y su clientelismo de vagos y maleantes que viven del cuento; los ultrajes a los símbolos nacionales, el himno, la bandera, etc.; el gran consumo de drogas, siendo España la primera en el escalafón del tráfico y consumo de cocaína y cannabis, de los países de la UE; la corrupción generalizada de los políticos repartidos entre todos los partidos del arco parlamentario; el elevado índice de paro, que nos pone entre los países de nuestro entorno, a la cabeza del desempleo; el deficiente nivel de la educación, quedando excluido de la excelencia en esta materia; el absurdo que en un tercio de España se omite el idioma español en el currículo vehicular de la enseñanza; la promiscuidad sexual como libertinaje; la inseguridad ciudadana que se respira; la división y brecha social, fomentada por los partidos políticos; la destrucción de la familia tradicional y la floración legal de sucedáneos matrimoniales anómalos y en algunos supuestos repulsivos; los ataques impunes a la Iglesia Católica, pilar y raíz de nuestra cultura cristiana y occidental; la deficiencia del sistema judicial, contaminado políticamente, lento, garantista para los victimarios y deficiente y olvidadizo para la protección de las víctimas y sus secuelas; la nefasta política de emigración salvaje e incontrolada; la enorme deuda del Estado, superior al PIB; el crimen organizado y abominable del aborto consentido y potenciado, muchas veces, desde las instancias oficiales; la falta de valores altruistas y nobles; el elevado número de presos y su hacinamiento en los centros penitenciarios; la proliferación de mafias y asociaciones de delincuentes que deambulan con permisiva impunidad por el territorio nacional; la situación de la quiebra del Estado de Derecho, al no garantizar siquiera los tribunales el cumplimiento de las Sentencias en determinadas materias; la supeditación por los niveles de injerencia apuntados, de la judicatura al poder político partidista; los sindicatos trincones, carentes de cualquier representación laboral, inmersos permanentemente en la penumbra de asuntos relacionados con asociaciones de malhechores por la gestión y malversación de los fondos, que generosamente reciben, sin merecimiento alguno, del erario público; el Ejército, salvaguarda de la Patria y columna vertebral del honor, empleado como si fueran soldados de fortuna en cualquier foco de tensión, completamente ajenos a los intereses nacionales… la ristra de frutos podridos de la «democracia española» sería interminable.
Se impone, pues, por dignidad, el propósito inminente de la enmienda, para la inversión radical de la anómala situación apuntada y enderezar el curso de nuestra gloriosa Historia. Hoy más que nunca es necesaria la Revolución Nacional, que dé sentido y pundonor a nuestra misión en el universo.
(AFÁN)