Publicado por manuelmartinezcano | Filed under Artículos
Procesión de Nuestra Señora de la Merced en Barcelona este domingo 16 de septiembre de 2018.
13 jueves Sep 2018
13 jueves Sep 2018
13 jueves Sep 2018
Posted Artículos - Contracorriente
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España, evangelizadora de la mitad del orbe, España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio, esa es nuestra grandeza y nuestra unidad… No tenemos otra.
Marcelino Menéndez Pelayo
13 jueves Sep 2018
Posted Mojones
inMontserrat
Entonces vi a la Santísima Virgen, indeciblemente bella, que se acercó a mí, del altar a mi reclinatorio y me abrazó y me dijo estas palabras: Soy Madre de todos gracias a la insondable misericordia de Dios. El alma más querida para mí es aquella que cumple fielmente la voluntad de Dios. Me dio a entender que cumplo fielmente todos los deseos de Dios y así he encontrado la gracia ante sus ojos. Sé valiente, no tengas miedo de los obstáculos engañosos, sino que contempla atentamente la Pasión de mi Hijo y de este modo vencerás. (Santa María Faustina Kowalska – Diario – La Divina Misericordia en mi alma)
De ahí todo el juego de las libertades modernas en clave liberal: libertad de pensamiento para excogitar lo que se quiera, sin que exista algo que por naturaleza, en razón de su propio ser, nos obligue a dilucidar su verdad. Libertad de expresión para manifestar lo que se piensa, de cualquier índole que sea aunque -por feliz incongruencia- las reglas mínimas de educación, urbanidad o moralidad temperen presupuesto tan tajante, fuera de los esquemas del liberalismo. (Julio Alvear Téllez – Verbo)
Al afirmar, a modo de constatación fríamente analítica, que «yo tengo un cuerpo» y «mi cuerpo es mío«, me concedo mayor libertad de maniobra que si proclamo con G. Marce: «Yo soy mi cuerpo». Se trata de la libertad de manipular diversas vertientes de mi ser, no de ampliar mis posibilidades reales de planificación personal. El hombre conquista un género de libertad maniobrera que en principio le concede cierto poder, pero a un alto precio: el de la unidad personal, y, consiguientemente, el de su pleno logro como ser integral. (Alfonso López Quintás – Manipulación del hombre en la defensa del divorcio)
Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936. Con la insuperable autoridad conferida por su calidad de presidente de la República en el exilio, Claudio Sánchez-Albornoz dejó claro en Mi testamento histórico-político que “la revolución de octubre, lo he dicho y lo he escrito muchas veces, acabó con la República”. (Jesús Laínz – Razón Española)
Esta atención a la ley natural es la que, entonces, puede justificar lo que se denomina “objeción de la conciencia”. Esta objeción de la conciencia consiste en el rechazo a obedecer una ley o norma positiva inicua que obliga a un mal moral, es decir, a la realización de un acto contrario al bien de la naturaleza humana. Castellano distingue la “objeción de la conciencia” de lo que la modernidad llama “objeción de conciencia”. Esta última vendría a ser el rechazo al cumplimiento de una ley o norma positiva no porque ella sea contraria a la ley natural, sino porque es contraria a la coherencia interna de una conciencia consigo misma y que no responde más que a sí misma. (José Luis Widow – Verbo)
Yo he oído, repito, a un ilustre regionalista catalán, el Sr, Domenech -hablando de Castilla después de reconocer, con una imparcialidad que tenía algo de dura, no sólo las grandezas y el carácter catalán, sino algo que él señalaba como sus defectos-, las siguientes frases: “Yo en Castilla admiro dos cosas singulares, en las cuales está sin duda ninguna un principio de regeneración de España, y en las que supera a las demás regiones: la manera admirable de representarla en el extranjero, y el carácter singular de dominadores que tienen los castellanos; sí, tienen algo de romanos, como diplomáticos y guerreros; y creo que una de las causas de la decadencia peninsular es la decadencia de Castilla”. (Juan Vázquez de Mella – El Verbo de la Tradición)
El liberal manso no aborrece al Papa, sólo no encuentra bien ciertas pretensiones de la Curia romana y ciertos extremos del ultramontanismo que no dicen bien con las ideas de hoy. Ama a los Curas, sobre todo a los ilustrados, es decir, a los que piensan a la moderna como él; en cuanto a los fanáticos y reaccionarios, los evita o los compadece. Va a la iglesia, y tal vez hasta a los Sacramentas; pero su máxima es, que en la iglesia se debe vivir como cristiano, mas fuera de ella conviene vivir con el siglo en que se ha nacido, y no obstinarse en remar contra la corriente. Navega así entre dos aguas, y suelen morir con el sacerdote al lado, pero llena de libros prohibidos la librería. (Sardá y Salvany – El liberalismo es pecado)
13 jueves Sep 2018
Posted P. Manuel Martínez Cano
inPadre Manuel Martínez Cano mCR.
Salvar el alma es terminar esta vida en gracia de Dios, para gozar de la eterna bienaventuranza del Cielo.
Nada nos interesa tanto como saber qué debemos hacer para salvarnos. La respuesta la tenemos en las palabras que el Señor le dijo a un joven rico: “Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los Mandamientos» (Mt. 19, 16-17).
El Señor le dice al joven, «si quieres», porque ni aquel joven, ni nosotros, podemos salvamos si no queremos: «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti» (San Agustín).
Pero hay que querer de veras, no valen las veleidades del perezoso, como dice la Sagrada Escritura: «Quiere y no quiere a un tiempo el perezoso» (Prov. 13, 4). Querer de veras es poner nuestra voluntad de acuerdo con la voluntad de Dios en todo.
Cuando queremos de veras estamos dispuestos a trabajar, a sacrificamos y a no detenernos ante ninguna dificultad.
Trabajar con confianza, no en nuestras pobres fuerzas, sino en el Señor, que le dijo a San Pablo: «Te basta mi gracia» (2ª Cor. 12, 9).
Trabajar con generosidad, como lo merece la importancia de la vida eterna, como lo merece Nuestro Dios y Señor a quien servimos.
Trabajar con perseverancia, sin desalentamos jamás, teniendo presente la advertencia del Señor: «Seréis aborrecidos de todos por mi nombre; el que persevere hasta el fin, se salvará» (Mt. 10, 22).
Nuestra breve existencia sobre la tierra tiene importancia decisiva y valor trascendental, porque la vida eterna depende de la vida terrena.
La salvación eterna es un asunto personal que no podemos encargar a otro, sino que necesariamente lo debemos resolver nosotros mismos.
Es absolutamente cierto que mi salvación depende sólo de dos voluntades: la de Dios y la mía. Y Dios quiere salvarnos: «Dios nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven» (1ª Tim. 2, 3-4). Si tú quieres salvarte, te salvarás.
El joven español Francisco Javier vivía en París lleno de sueños de grandeza y vanidad. Todo le iba bien, querido de todos, profesor de uno de los colegios de la Sorbona, pero olvidado del gran negocio de su vida. La divina Providencia quiso que otro español – Ignacio de Loyola- marchara a París donde conoció al joven navarro y se hicieron amigos. San Ignacio le recordaba siempre las palabras del Señor: «Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?» (Mt. 16, 26).
San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier salvaron sus almas y las de miles y miles de hombres.
«Si descuidamos el alma no podremos salvar ni el cuerpo, porque no ha sido hecha el alma para el cuerpo, sino el cuerpo para el alma» (San Juan Crisóstomo).
No digas: “He pecado, y ¿qué me ha pasado?”, porque el Señor sabe esperar. Del perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado. Y no digas: “Es grande su compasión, me perdonará mis muchos pecados”, porque Él tiene compasión y cólera, y su ira recae sobre los malvados. No tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás. (Eclesiásticos 5, 4-7).
«No endurezcáis vuestro corazón hoy que oyes su voz, ábrele tú corazón, y pues que tienes tiempo trabaja en tu salvación” (Salmo 95, 8).
«Misterio verdaderamente tremendo y que jamás se meditara bastante: que la salvación de muchos depende de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo destinada a este objeto y de la colaboración de los pastores y fieles (…) con lo que vienen a ser colaboradores de nuestro Divino Salvador» (Mystici Corporis) (Papa Pío XII). Colaboremos con Cristo en la salvación de las almas.
¡Combatamos los nobles combates de la fe!