El Generalísimo Francisco Franco en este bloc
20 martes Nov 2018
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20 martes Nov 2018
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20 martes Nov 2018
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Juan Manuel de Prada
Lo denunciaba Julián Besteiro en una fecha tan lejana como junio de 1923: -Los regionalistas catalanes han venido a este Congreso en más de una ocasión a formular peticiones autonomistas y han cedido ante la concesión de ventajas económicas.
Esta acusación de cohecho que Besteiro lanzaba al gobierno conserva hoy toda su vigencia. Pues, en efecto, el procedimiento empleado durante las últimas décadas para aplacar al nacionalismo no ha sido otro sino la concesión de ventajas no sólo económicas, sino también otras formas de cohecho todavía más inmorales, como la entrega de competencias educativas. De este modo, los nacionalistas pudieron sembrar el odio en el pueblo catalán hasta convertir a varias generaciones en jenízaros del independentismo. Y esto no fue una labor clandestina: ocurrió a la vista de todos, con el beneplácito de gobernantes dimisionarios que ahora tienen la desvergüenza de posar de patriotas. Durante décadas, el nacionalismo se dedicó a exasperar a su conveniencia el odio contra España, mientras en Madrid favorecía la “gobernabilidad” (o sea, mientras su codicia sin límites se aprovechaba de los cohechos pactados con los sucesivos gobiernos de España). Pero, en este juego de doble personalidad, al nacionalismo acabó ocurriéndole lo mismo que al personaje de Stevenson que liberaba o reprimía su naturaleza más salvaje ingiriendo un bebedizo. Llegó un momento en que el nacionalismo ya no pudo controlar sus metamorfosis y dio rienda suelta a sus peores instintos. Pero esta conversión definitiva del nacionalismo en un monstruo insaciable no debe hacernos olvidar que el bebedizo que durante décadas ingirió se lo suministraron los sucesivos gobiernos de España.
Así se ha llegado a una triste jornada como la de ayer, en la que una proporción muy significativa de catalanes ha roto definitivamente amarras con España. A un caballo se le puede arrastrar hasta el río; pero no se le puede obligar a beber agua. Y hay muchos, muchísimos catalanes, sobre todo entre las nuevas generaciones, que ya nunca van a beber el agua que les brinde España, porque están convencidos que está envenenada. Además, en la jornada de ayer han conseguido el hito que necesitaban para crearse una mitología que galvanice su odio y lo convierta en una antorcha llameante, contemplada con admiración por el papanatismo mundial.
Mienten quienes afirman que esta situación puede arreglarse con “diálogo”. Pues el diálogo sólo es posible cuando existe una premisa común que las partes dialogantes aceptan y a partir de la cual pueden desarrollar razones que limen asperezas. Pero aquí no existe tal premisa compartida, sino dos premisas irreconciliables (unidad e independencia); por lo que el diálogo resulta imposible o, en todo caso, sólo podrá fundarse en el cambalache (esa milonga del “referéndum pactado”). Esta situación terrible sólo la podría arreglar un gobernante abnegado y valeroso, capaz de inmolarse sin mirar por el rabillo del ojo las encuestas, capaz de poner bálsamo en las heridas abiertas y de integrar en España la realidad distintiva de Cataluña, envenenada por siglos de errores que comenzaron con la abolición de los fueros y se han culminado con los sobornos de las últimas décadas. Pero ese gobernante no existe; y, si existiera, el clima corruptor de nuestra política lo ahogaría. De modo que nos aguardan tiempos sombríos; pues, como nos advertía Cervantes en el Persiles, los catalanes, cuando están pacíficos, son suaves; pero enojados son terribles.
(ABC, 2 de octubre de 2017)
20 martes Nov 2018
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Padre Cano, m.C.R.
* Uno cree lo que solo quiere creer. El infierno existe, lo ha dicho Dios.
* No basta la inteligencia para salvarse. Nos tenemos que convertir-vivir, como vivió Cristo.
* Para la mayoría, la democracia, es una superstición; para la minoría, que la cocina una artimaña.
* En la cruz, Jesús le dice al Padre: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado». ¡Para salvarnos!
* El demonio nos odia, quiere nuestro mal. No le hagamos caso. No hablemos con él. Ha llegado a engañar a santos.
* «El hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, incluso más que para engañar a los otros». ( Jaime Balmes).
19 lunes Nov 2018
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Pedro Carlos González Cuevas
No era Sanjurjo, preso en el penal de Dueso, el único candidato militar a encarnar el caudillaje salvador. Francisco Franco, uno de los fundadores de la Legión Extranjera y prototipo del militar africanista, era igualmente uno de los más prestigiosos representantes del estamento militar. Sin embargo, se negó a sumarse a la conspiración protagonizada por Sanjurjo. Ya a comienzos de los años 20, Franco había adquirido celebridad como líder legionario. En la prensa, se hacía referencia a «los bravos muchachotes de Franco», al «bravo Franco», al «as» de la Legión, como fama de «modesto» y de disfrutar de baraka; era el «caudillo heroico». Gentilhombre de Alfonso XIII, nunca dejó de sentirse monárquico. En sus diarios, Manuel Azaña lo consideraba el «más temible», el «único temible» de los militares sospechosos de antirrepublicanismo. A lo largo de la etapa republicana, votó por la CEDA, aunque fue suscriptor de Acción Española. Era un hombre frío, distante y reservado. Su actuación frente al alzamiento socialista de octubre de 1934 le valió el apoyo de los sectores republicanos conservadores y de los católicos. Diego Hidalgo, ministro de la Guerra en aquellos momentos, destacaba su «capacidad de trabajo» y «su clara inteligencia”. El líder falangista Primo de Rivera le envió una significativa carta, en la que denunciaba el peligro de una revolución socialista, ya que «el Estado español, en manos de aficionados, no existe». Cuando Gil Robles ocupó el Ministerio de la Guerra, Franco fue nombrado jefe del Estado Mayor Central. Ante la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, presionó infructuosamente al presidente del Gobierno Manuel Portela Valladares para que declarase el estado de guerra.
Y no deja de resultar significativo que el líder socialista Indalecio Prieto, en su célebre discurso de Cuenca el 1 de mayo de 1936, destacara su figura como posible caudillo de una eventual insurrección contra el Gobierno del Frente Popular: «El general Franco, por su juventud, por su dotes, por la red de sus amistades en el Ejército, es hombre que, en un momento dado, puede acaudillar con el máximo de probabilidades -todas las que derivan de su prestigio personal- un movimiento de este género”.
(Razón Española)