Padre Manuel Martínez Cano, mCR.
He estado ingresado seis días en un hospital de la Seguridad Social. La llegada a urgencias, un poco deprimente box repletos, pasillos lo mismo. Análisis, radiografías, analítica. Total: neumonía. Pasé la noche en el box. Durante el día estaban de trabajos de albañilería encima. Aquello parece un mar de sufrimientos que suben hasta el Cielo.
Me trasladaron a una habitación del primer piso. Más comodidades. Tuve como compañero a un padre de familia joven, de Nigeria (África), de religión evangelista. Nuestro nigeriano era muy respetuoso conmigo. Siempre me decía “padre” está bien, “padre” ¿cómo ha dormido? Sus visitas también eran muy respetuosas conmigo. Inclinaban la cabeza, a veces, con las manos juntas. Los Misioneros de Cristo Rey, siempre me estuvieron cuidando, de noche y de día.
Un día pregunté a su hijo que ha terminado segundo de ESO, si se metían contra él en el instituto. Me dijo que les respetaban todos sus compañeros. Son tres hermanos él es el del medio. Se quieren mucho.
Un día le visitó un matrimonio joven con dos hijos. Uno de diez años y una de cuatro. Al estar ante el enfermo, la señora inclinó la cabeza y doblo las rodillas como señal de respeto. Al despedirse hizo lo mismo.
Llega el día de su alta médica y al despedirse con la ropa de calle, se pone de rodillas ante mí con bata de enfermo. Me dice: «Padre, deme usted su bendición».
Me traían la comunión al hospital dos párrocos cercanos al hospital y un diácono permanente. Un apostolado que llena de gozo al Corazón de Jesús.
La responsabilidad y profesionalidad de médicos, enfermeras, auxiliares, señoras de limpieza… perfecta. Un trabajador me dijo que muchos enfermos se quejan de la comida. Yo no me quejo. Como tampoco en mi casa. A la doctora que me entregó el alta de salida, le dije que me acordaría de ella en Roma. Se puso muy contenta. Es italiana.
Última radiografía. Pregunto al joven que me lleva en la silla de ruedas, si conocía a una antigua alumna de nuestro colegio. Me contestó: Sí, es una gran trabajadora y muy responsable. El último día vino a visitarme una antigua alumna que hace pocos meses ha entrado a trabajar en el hospital. Le felicité porque llevaba la medalla escapulario a la vista de todos. Me dijo: Padre mucha gente me pregunta y yo le explico la historia del escapulario de la Virgen del Carmen. Estas letras las he escrito en torno a las cuatro de la madrugada.
Lo primero que he leído en casa, en la revista juvenil Meridiano Católico, es lo que sigue: “Nigeria, el país más poblado de África, viene siendo azotado por dos frentes de islamistas radicales. Las milicias de Boko Haram han causado más de 20.000 muertos desde 2009, además de provocar una catástrofe humanitaria que se cuenta en dos millones de refugiados y millones de personas que dependen de la ayuda humanitaria. Han secuestrado a miles de jóvenes y mujeres, que han sido esclavizados o reclutados para las milicias y los atentados terroristas. Actualmente más de 2000 personas siguen secuestradas. Los cautivos son obligados a convertirse, a casarse con militantes y los que se niegan sufren una violencia extrema.
El otro frente de muerte está a cargo de los pastores musulmanes Fulani, que han provocado también miles de muertes, atacando con especial saña a los agricultores cristianos”.
“La madre de Leah, Rebeca, ha pedido que continúen las oraciones por Leah: “Sé que en todo el mundo los fieles están orando y abogando por la liberación de mi hija, pero hasta ahora no he visto a mi Leah. Quiero suplicar a los cristianos: No os canséis de rezar por ella hasta que vuelva”.
Su negativa a apostatar de su fe en Cristo ha hecho que su padre, Nathan, se sienta conmovido por el testimonio de su hija: “La confianza y la fe de mi hija me han hecho darme cuenta de que he estado viviendo bajo el mismo techo con una admirable discípula de Cristo, su testimonio de que nunca renunciará a Cristo incluso ante la muerte en manos de Boko Haram, me hacen sentirme orgulloso por su fuerte fe en el Señor”.
En octubre, el grupo terrorista publicó un vídeo amenazando con mantener a Leah como “esclava de por vida”.
Oremos insistentemente. Más, más y más.