Obispo José Guerra Campos (18)
MISIONERO RURAL
Antes de conocer a Monseñor Guerra Campos, yo oía comentarios sobre él de que reunía en su persona el atractivo de la santidad y el de una gran simpatía natural; pero después de algún tiempo de conocerlo y tratarlo más de cerca veía que a aquella realidad se podían añadir muchas más cualidades: además de santo, era sabio, humilde, sencillo, amabilísimo en el trato, paciente para escuchar, agudo para penetrar y resolver atinadísimamente los conflictos que nos preocupaban.
En las audiencias que nos concedía nunca manifestaba cansancio ni prisa por terminar. Por el contrario, como si no tuviera nada más importante, nos atendía durante dos horas o más, que eran para nosotras de grandísimo provecho y enseñanza.
Ante su compostura y porte tan digno, a la par de la confianza que inspiraba, se sentía también la presencia de la autoridad que representaba.
Y todo esto lo veían y alababan hasta la gente de los pueblos.
Coincidimos varias veces en sus confirmaciones y pudimos comprobar el interés. y, la unción que ponía en aquellas celebraciones. Sus catequesis eran magistrales, tanto si el auditorio era multitudinario como si se trataba del último villorrio de la provincia. Le oí predicar una vez que la iglesia, y él en su lugar, atendía a todos y a cada uno en particular y que no le pesaría seguir allí si preciso fuera, durante toda la tarde y aún la noche entera.
En cierta ocasión, y a propósito de esto, por haber un solo confirmando en una de las aldeas, el párroco para simplificar, dispuso que el muchacho se uniera a la ceremonia del otro pueblo con grupo numeroso. Al llegar el Sr. Obispo y enterarse por el mismo párroco, que esto había causado disgusto a la familia del chico, le ordenó inmediatamente que rectificara el plan y subiera al pueblo antes que él y preparara todo lo necesario para que la confirmación del confirmando único fuera en su pueblo. Esto complació muchísimo a toda la gente que disfrutó lo indecible con la preciosa celebración y mayor presencia del Sr. Obispo.
Cuando lo hicieron Obispo de Cuenca, nos ofrecimos para trabajar en sus parroquias rurales y enseguida nos buscó lugares necesitados.
Desde entonces nunca dejó de darnos su más cordial acogida y protección, convirtiéndose para nosotras en el mejor consejero, al que acudíamos en los momentos difíciles con verdadera confianza filial.
Sintiéndonos, pues, tan vinculadas a él, nos ha afectado y entristecido muchísimo su muerte; pero estamos seguras que después de haber combatido tanto en la tierra por la causa de Dios, habrá recibido ya su corona de gloria y que desde el Cielo seguirá protegiéndonos.
D. José siempre llevó en lo hondo de su corazón a todos y cada uno de los feligreses de Cuenca. Amaba como buen padre y pastor a todos los sacerdotes de Cuenca.
Lydia Beltrán
Directora General de las Misioneras Rurales
Obispo D. José Guerra Campos, capacidad intelectual, rectitud moral, coherencia personal y ejemplaridad de vida cristiana. Ejemplo de santidad.
Rafael Fuertes Llanes. (Asturias)