Recapitulada por el P. Cano
– DIFICULTADES EN LA PROPAGACIÓN DEL CRISTIANISMO
El principal obstáculo de la naciente Iglesia fue la Sinagoga. Los judíos de la Sinagoga se opusieron con tenacidad al Cristianismo por suponerlo contrario a la idea tradicional del Mesías y de la Ley de Moisés.
Entre los gentiles fueron los sacerdotes y sacerdotisas de las falsas divinidades quienes se opusieron al Cristianismo, porque veían amenazados sus intereses personales.
Filósofos y personas ilustradas, ricos y personas mundanas se sentían ofendidos y molestos por la austeridad del Cristianismo, su doctrina de la Cruz y la caridad fraterna. Ellos fueron los que más contribuyeron con sus calumnias contra los cristianos a crear un ambiente de odio popular contra el Cristianismo. Calumnias que prepararon el clima adecuado para las persecuciones romanas.
Los cristianos rechazaban los falsos dioses y el culto romano a los dioses. Por esta razón fueron considerados por los Emperadores romanos como enemigos del género humano. Ésta fue la causa principal de las persecuciones romanas.
– JERARQUÍA ECLESIÁSTICA
Al principio la Iglesia era dirigida por los Apóstoles; cuando la comunidad cristiana aumentó notablemente, los Apóstoles eligieron a siete diáconos y poco después constituyeron el consejo de los presbíteros, que participaron en el Concilio de Jerusalén del año 50, como ya hemos estudiado en lecciones anteriores.
En las comunidades cristianas que fundaba San Pablo nombraba siempre presbíteros para gobernarlas. Cuando las comunidades aumentaban considerablemente, establecía como jefes a los obispos, fieles discípulos suyos.
San Pablo nombró a Timoteo Obispo de Éfeso y a Tito, de Creta. Los obispos consagraban presbíteros para las iglesias particulares. Los diáconos eran auxiliares del Obispo en el ejercicio de sus funciones pastorales, administración, etc. A ellos se unieron después los subdiáconos.
La unidad monárquica que Jesucristo confirió al Colegio Apostólico con la institución del Primado de San Pedro, se perpetuó después de la muerte del Apóstol en la Iglesia Católica con el Primado del Romano Pontífice.
– ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA
En el Imperio Romano aparece, junto a la jerarquía eclesiástica, otros ministerios menores: los lectores que leían la Sagrada Escritura en los oficios litúrgicos; los acólitos, que estaban al servicio del diácono y subdiácono en los oficios litúrgicos; los exorcistas que cuidaban a los enfermos mentales, epilépticos y posesos; y los ostiarios que vigilaban la entrada de la Iglesia.
La organización eclesiástica quedó establecida en parroquias, diócesis y provincias eclesiásticas.
Para estudiar los problemas que surgían en la Iglesia y para combatir las herejías, la jerarquía eclesiástica se reunía en Concilios. Son muy numerosos los Concilios interdiocesanos de este tiempo, cuyos documentos han llegado hasta nuestros días.
– ADMINISTRACIÓN DEL BAUTISMO
En los tiempos apostólicos, quienes aceptaban la doctrina de Cristo recibían enseguida el Bautismo y eran admitidos entre los fieles; pero, poco tiempo después, los cristianos se convencieron de la necesidad de una preparación de los candidatos antes de ser admitidos en la Iglesia.
Los convertidos que querían bautizarse tenían un período de preparación al que se llamó Catecumenado. Pasada la prueba, se procedía a la administración del Bautismo en un ambiente de gran solemnidad. Era administrado por el obispo y los convertidos vestían de blanco durante toda la octava del Bautismo. Se bautizaban en ríos y estanques, y más tarde en baptisterios especiales. El Bautismo de infusión fue sustituyendo poco a poco al de inmersión.
Terminada la ceremonia del Bautismo, los nuevos cristianos se dirigían en procesión ante el obispo, quien les imponía las manos con la invocación al Espíritu Santo y, a continuación, los ungía con el óleo santo.