Recapitulada por el P. Cano
Inocencio III intervino decisivamente en la elección del Emperador de Alemania, Otón IV (1202). Una vez en el poder, se rebeló contra el Papa. El Sumo Pontífice lo excomulgó, pena canónica que llevaba consigo la deposición del Emperador. Los príncipes alemanes aceptaron las indicaciones del Papa y eligieron a Federico de Sicilia, que fue Federico II (Núremberg, 1211). El nuevo Emperador respetó a Inocencio III; después de su muerte, se enfrentó constantemente con todos los Pontífices.
En 1204 el Papa coronó a Pedro de Aragón; el rey, en reconocimiento, puso su reino al servicio del Papa como feudo; Sancho de Portugal y Alfonso de Castilla hicieron algo parecido. En realidad, Inocencio III era el árbitro de toda la Cristiandad.
– LA LUCHA DE LOS PAPAS CONTRA FEDERICO II
Los Pontífices que sucedieron a Inocencio III estuvieron en lucha constante con Federico II, que representaba el punto culminante de la política de los Hohenstaufen, quienes pretendían dominar por completo al Papado y extender sus territorios hasta Sicilia.
El resultado de este enfrentamiento fue que la casa imperial de los Hohenstaufen se arruinó y el Papado se resquebrajó en su prestigio, como se vio en los pontificados siguientes.
Honorio III (1216-1227), observando que Federico II abusaba constantemente de su bondad y no quería cumplir sus promesas, lanzó la excomunión contra el rey en mayo del año 1220. Sin embargo, Federico II obtuvo la absolución y fue coronado Emperador. Honorio III murió en 1227.
El nuevo Papa Gregorio IX (1227-1241) recordó al Emperador su voto de promover la Cruzada y como no le hizo caso, el Papa lo excomulgó.
Federico II publicó un manifiesto en el que acusaba al Papa de pasión por dominarlo todo, en contraposición de la pobreza de los Apóstoles. El Emperador promovió en Roma un levantamiento de los Frangipani contra el Papa y éste huyó a Perugia.
Después de largas negociaciones se llegó a la Paz de San Germano (1230). El Emperador fue absuelto de excomunión y se obligaba a devolver todos los bienes que había robado a la Iglesia.
– LOS ÚLTIMOS HOHENSTAUFEN
Desde la desaparición de Federico II al Papa Bonifacio VIII, los Sumos Pontífices se distinguen por su apocamiento en la acción. El prestigio del Pontificado se pudo mantener gracias a lo bien fundado que estaba en los años precedentes y al apogeo eclesiástico en todos los órdenes.
Continuaron las luchas contra los Hohenstaufen. Alejandro IV (1254-1261) excomulgó a Manfredo que se declaró rey independiente de Sicilia.
Clemente IV (1265-1268) concedió la investidura a Carlos de Anjou, hermano de San Luis, que se presentó en Sicilia y venció a Manfredo en febrero de 1266.
Con la muerte de Conradino, último representante de los Hohenstaufen, desaparece la estirpe.
– EL II CONCILIO DE LYON
El Papa Gregorio X (1271-1276) intervino decisivamente en Alemania y volvió a dar rigor a la reforma de la Iglesia.
Para promover la liberación de Tierra Santa y la unión con los griegos convocó el II Concilio de Lyon (XIV ecuménico) de mayo a julio de 1274; asistieron, entre otros, el rey Jaime I de Aragón y San Buenaventura. En la cuarta sesión del 6 ele julio tuvo lugar la proclamación de la unión de la Iglesia Oriental, pero no se llegó a resultados prácticos.
Con el fin de evitar los largos períodos de Sede vacante a la muerte de los Papas, el Concilio promulgó acertadas disposiciones, conocidas con el nombre de Cónclave, que ordenaban el encerramiento de los cardenales electores hasta que fuese elegido el nuevo Papa. Entre otras disposiciones, se prescribe que vaya disminuyéndose la alimentación a los electores para no retrasar la elección del Papa.