JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA: SOMBRAS, PERO TAMBIÉN LUCES (X)
Monumentos de lucidez y comprensión
Sin embargo, aún hay más. Entre los años 1630 y 1670 el Índice de libros prohibidos del inquisidor general Sotomayor, completado por sus sucesores, se aparta en aspectos esenciales del Índice de la Inquisición romana. El Índice español no prohíbe ni somete a expurgación las obras de Giordano Bruno, Galileo y Descartes, quemados o condenados y prohibidos por la Inquisición romana (Descartes en 1663). Del mismo modo, el Índice español no prohíbe ni a Copérnico ni a Kepler, prohibidos en Roma. Lo cual queda claramente establecido en un ejemplar rarísimo de los Índices (solamente se conoce otro ejemplar en Barcelona) del siglo XVII que presentaba los Índices, decretos y prohibiciones de Roma junto a los Índices de la Inquisición española (Roma y Madrid, 1667), que hemos podido conseguir para nuestra biblioteca. Y esto es así porque el consultor de la Inquisición, Juan de Pineda, había juzgado, para el inquisidor general Sotomayor, que las prohibiciones del Índice romano no eran más que «simples opiniones e instrucciones particulares» que podían traer consigo el “injusto deshonor de autores católicos”. Más tarde, los Índices de la Inquisición española no prohibieron a Leibniz, ni a Hobbes, ni a Spinoza, ni a Newton, ni al benedictino español Feijoo, gran difusor al sur de los Pirineos del pensamiento europeo del siglo XVIII. Las cosas estaban tan claras para los interesados que Galileo pensó instalarse en España cuando en 1612 empezaron sus problemas en Roma.
Los Índices de la Inquisición española son, por lo tanto, en sus puntos importantes, monumentos de lucidez y comprensión Los cuales, si hubieran sido seguidos por Roma, hubieran librado a Juan Pablo II de tener que pedir disculpas en 1990 por la injusticia que la Iglesia romana cometió, en efecto, con Galileo.