JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA: SOMBRAS, PERO TAMBIÉN LUCES (XI)
Un verdadero bienhechor de la humanidad
Pasemos al fanatismo, tercera imagen heredada de la subcultura circundante, en torno a la Inquisición Española. Parece que el fanatismo es aquí la intolerancia aplicada, no a las élites, sino a la masa del pueblo llano en su vida cotidiana. Por ejemplo, hacia los blasfemos, especialmente en España, donde los juramentos y las interjecciones irónicas irrumpen constantemente. Aquí todavía la Inquisición Española se aleja mucho de la represión constantemente desarrollada en otros países. De modo llamativo en Francia, donde se decapita al jovencísimo caballero de La Barre, blasfemo, antes de quemar su cadáver, en pleno siglo XVIII. Para la Inquisición española la blasfemia no reclamaba, según escribió Jean Pierre Dedieu, colaborador de Bennassar, “sino una tarea de educación. Corregir al delincuente con una penitencia cuidadosamente dosificada y, sobre todo, educar a los demás”.
El pueblo, también, contaba entonces con brujos y brujas, y se sabe la extensión que adquirió el fenómeno. Fuera de España su represión sumió a toda Europa en la muerte. Solamente en el año 1545 Calvino mandó ejecutar en la pequeña Ginebra 31 brujos y brujas. En Escocia, en tan sólo cuarenta años, 3.400 brujos y brujas perecieron en la hoguera. En 1609 ardieron 600 en el pequeño País Vasco francés. Y se calcula que no perecieron menos de 100.000 brujos y brujas en Alemania a lo largo del siglo XVII. Ahora bien, desde 1530 la Inquisición no condenó a muerte en España a ningún “brujo” ni a ninguna “bruja”, salvo una sola excepción reparada. Su gran investigador sobre la materia, Alonso de Salazar Frías, verdadero bienhechor de la humanidad, confirmó en 1612 la postura que desde 1530 había tomado la Suprema: “La constatación de que no existían ni brujas ni embrujados hasta que fueran objeto de conversaciones y escritos, me ha convencido de la necesidad de guardar silencio y prudencia”. El especialista inglés Kamen concluyó, en consecuencia: “La Inquisición Española puede, con toda justicia, abonar en su cuenta el haber aplastado en España una superstición que en otros países originó más víctimas que cualquier otra corriente de fanatismo religioso”.