* La democracia es un fantasma que asusta a los mayores.
* El diablo no reinará en España porque la Virgen María es su Reina.
* “Nunca rechaza el Señor a un pecador arrepentido. Su mayor alegría es abrazar al hijo pródigo que regresa”.
* “Los seglares deben hacer saber a los Pastores, con la libertad y confianza propia de hijos de Dios y hermanos en Cristo sus necesidades y sus deseos” (Concilio Vaticano II).
* En este punto, y mencionando de paso el mensaje del arcángel que advirtió a la Virgen que daría a luz un hijo, a quien Dios había de dar el trono de David, su padre, que reinaría en la casa de Jacob sin que su Reino tuviera fin (Lc 1, 32-33).
* Es el mismo Cristo el que da testimonio personal de su reino en tres ocasiones: en su último discurso al pueblo, al hablar de las penas reservadas perpetuamente a los condenados; en su respuesta al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era rey; y, finalmente, después de su resurrección, al comunicar a los apóstoles la misión de enseñar y bautizar a todas las gentes.
* Siempre que tuvo ocasión, Cristo se atribuyó el título de Rey (Mt 15, 3 1-41), confirmó plenamente su realeza (Jn 18, 37) y declaró solemnemente que le había sido dado todo poder en el Cielo y en la tierra (Mt 28, 18). (Quas Primas, nº 5).
En el siglo XIII aparecen diversas concepciones de la perfección cristiana representadas por escritores y místicos franciscanos y dominicos. San Francisco de Asís fue uno de los místicos más notables de la Iglesia. Su vida religiosa se fundamentaba en el amor más tierno y afectuoso a la pobreza, como la manera más perfecta de imitar a Jesucristo. Veía a las criaturas como imágenes vivas de las perfecciones de Dios; en tocias las cosas veía al Creador.
El escritor ascético y místico más importante de la Orden franciscana fue San Buenaventura. Será el primero en presentar la división de las tres vías de la vida espiritual: purgativa, iluminativa y unitiva. Insistía de modo particular en la vida y pasión de Cristo como objeto por antonomasia de la contemplación.
La espiritualidad dominicana tomó como base la mortificación propia y la renuncia a la propia voluntad para conseguir el verdadero y propio conocimiento de Dios, cumpliendo en toda su divina voluntad.
Santo Tomás presenta el amor de Dios como síntesis de la perfección cristiana. Para aumentar el amor a Dios propone la meditación de la vida de Jesucristo y de sus perfecciones, la oración y la lucha contra nuestras pasiones desordenadas hasta domarlas. Insiste, una y otra vez, en sus escritos en que sólo se llega a la contemplación mística después de obtener la calma de las pasiones y la conveniente disposición con la práctica de las virtudes morales.
En este tiempo destacan como místicas Santa Gertrudis (+1302), que se distinguió por su amor sensible a la humanidad de Cristo Santa Matilde de Hackeborn (+1298) que fue favorecida con éxtasis y gracias místicas especiales.
– HEREJÍAS DE LA EDAD MEDIA
Las primeras manifestaciones de una serie de herejías, sumamente peligrosas, que atacaban los fundamentos mismos de la Iglesia y de la sociedad civil aparecen a principios del siglo XII. Los herejes se presentaban como los únicos hombres puros y perfectos.
En los Países Bajos Tangelus predicaba ideas fanáticas que destruían toda autoridad, el sacerdocio y los sacramentos. Un movimiento parecido se extendió por Flandes y la Campaña. Todos estos herejes atacaban a la Jerarquía eclesiástica. Sólo ellos eran perfectos y puros. Por esto se denominaban Cátaros. Uno de los más fanáticos fue Pedro de Bruys, que captó muchos adeptos. Se propagaron por el sur de Francia, mezclándose con otras herejías.
Los Valdenses fueron fundados por un rico ciudadano de Lyon, en torno al año 1170. Movido por un arrebato de falso ascetismo, Valder distribuyó su fortuna entre los pobres y se entregó a la vida apostólica, predicando la pobreza más absoluta. A sus seguidores se les llamaba “pobres de Lyon”. Se dejaron arrastrar por un fanatismo peligroso y pronto cayeron en varias herejías. Entre sus adeptos se dividían en perfectos y amigos de los perfectos. A finales del siglo XII sus ideas infestaban el Languedoc, Aragón, Alsacia, Lorena, la Borgoña y Lombardía.
Por la extensión que llegaron a alcanzar y por su doctrina, basada en principios que pervertían la inteligencia y opuestos totalmente al Cristianismo, sobresalieron los Albigenses. Su error fundamental era el dualismo: la oposición entre el principio del bien y del mal. Por eso se consideraba a los albigenses como un retoño del maniqueísmo.
La extensión rápida e intensa de los albigenses (unida a los cátaros y los valdenses con los cuales se confundían) llegó a poner en verdadero peligro el Catolicismo occidental. El foco fundamental estaba en el Mediodía de Francia.