Padre Manuel Martínez Cano, mCR
He dado los puntos de meditación, de los ejercicios de San Ignacio de Loyola, a las Madres Capuchinas de Chauchina (Granada). Una tarde, estaba ante el Santísimo Sacramento. Entra una anciana a la ermita, se planta frete a la Virgen del Espino y clama: ¡Madre mía! Se sienta en un banco. Sale a los pocos minutos. Y, al pasar junto a mí, me dice: padre yo siempre estoy hablando con la virgen. Cuando voy a acostarme por la noche, cierro la puerta y le digo a la Virgen: Hija mía, estando contigo, duermo tranquila.
La ermita de la Virgen del Espino. Milagro y profecía. Rosario Granados Martín nace en Chauchina el 25 de abril de 1839. Casada y madre de tres hijos, pronto quedó viuda. En 1903 empiezan las llagas en la pierna izquierda de Rosario. Siete meses en el hospital de Granada y es desahuciada por los médicos. Camina apoyada en una silla. Se acerca a un espino, para curarse las dolorosas llagas. Una Señora de muy noble aspecto viene hacia ella y le pregunta: -¿Qué tienes mujer, que te sucede? Rosario contestó: -Esta pierna que la tengo muy mala desde hace mucho tiempo. -Pues vente conmigo al Cementerio y te la curaré. -¿Cómo he de ir, si apenas puedo andar? -Levanta, ven conmigo.
Llegaron a la puerta del Cementerio. Era el Lunes Santo de 1906. -Vamos a rezar -dijo la Señora- pidamos por los que no temen a la justica del Cielo, por los desgraciados de esta vida que no temen la justica del Cielo. La Señora dijo: -Vamos a ver tu pierna. Me tocó las heridas, quedé dormida y al despertar, tenía la pierna curada. Corrí gritando: ¡Buena mujer, Buena mujer!, pero no la vi, grité: ¡María Santísima, María Santísima!, la que diste a luz en Belén, tengo mi pierna buena. ¡Ay qué alegría para mis hermanas!
Unos hombres chauchinenses que regresaban del trabajo, vieron a Rosario llena de salud, contenta y feliz. Unieron sus hombros, formando un asiento, la sentaron en esta silla gestatoria y así la pasearon en triunfo por todo el pueblo: ¡Milagro… Milagro… Milagro…!
Rosario pasó su vida rezando. Un día de otoño de 1921 se siente agotada y pide a un sobrino que avise al Padre Francisco de Sevilla, capuchino de Granada. “Dile que tengo que comunicarle un secreto antes de morir.” Providencialmente se encontró al Padre, que viajó a Chauchina. Rosario le dijo: “En el lugar del espino donde fue la primera aparición, se edificará una casa de oración y penitencia, un Monasterio de Religiosas Franciscanas que adoraran al Santísimo Sacramento”. El 11 de abril de 1925, Sábado Santo, toda Chauchina ardía fervorosa. El Cardenal de Granada recibe a las doce Capuchinas que van a iniciar la vida de Clausura y de adoración al Santísimo Sacramento en el monasterio prometido por la Virgen del Espino, “Tendréis un monasterio.”
El 19 de febrero de 1981, el Arzobispo de Granada concedió textos litúrgicos de Misa y Oficio propio, con categoría de Solemnidad, para que cada año, el 9 de abril se honre a la Virgen Santísima con el título de Nuestra Señora del Espino, en el Monasterio de Clarisas Capuchinas de Chauchina.
En este año de la Misericordia divina, recemos mucho por “los pobres desgraciados que no creen en la justicia del Cielo”. La Virgen volvió a pedirlo en Fátima “porque son muchos los que se condenan en el Infierno”. No conozco revelación del infierno más terrible que la que vio Santa Faustina Kowalska, mensajera de la Misericordia divina.
¡Justicia de Dios! ¡Misericordia divina! ¡Recemos!
