Montserrat
Santa Trinidad
“Oh Santa Trinidad, Dios Uno e Indivisible, bendito seas por este gran regalo y testamento de misericordia. Oh Jesús mío, para compensarte por los blasfemos, callaré cuando me reprendan injustamente, para satisfacerte aunque sea en una pequeña parte. En mi alma Te estoy cantando continuamente un himno y nadie lo puede sospechar ni entender. El canto de mi alma lo conoces sólo Tú, oh Creador y Señor mío.” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 81.
Civilización del amor
“Hacia la civilización del amor. El próximo centenario del descubrimiento y de la primera evangelización nos convoca., pues, a una nueva evangelización de América Latina, que despliegue con más vigor -como la de los orígenes- un potencial de santidad, un gran impulso misionero, una vasta creatividad catequética, una manifestación fecunda de colegialidad y comunión, un combate evangélico de dignificación del hombre, para generar, desde el seno de América Latina, un gran futuro de esperanza. Este tiene un nombre: «la civilización del amor». Ese nombre que ya indicara Pablo VI, nombre al que yo mismo he repetidamente- aludido y que recogiera el Mensaje de los Obispos latinoamericanos en Puebla, es una enorme tarea y responsabilidad.” San Juan Pablo II, Ante el V centenario de la evangelización de América, p. 40.
Orden político impuesto
““La locura de Europa» (Saavedra y Fajardo), entendida como el orden público impuesto estatalmente al introducir los revolucionarios jacobinos el Terror en nombre de la virtud. Había por cierto entre ellos bastantes hugonotes, en los que resonaba la aspiración inconsciente de implantar el Reino de Dios en la tierra, que es lo que mueve intensamente desde entonces el espíritu revolucionario, concretamente al socialismo. Hegel definía el puritanismo como “Ia anulación de toda diferencia»; e igual que el fanatismo, intenta imponer su visión de la verdad mediante la política, pues, en sí mismas, las religiones no son violentas.” Dalmacio Negro Pavón, Revista Razón Española, nº 192, julio-agosto 2015, p. 18.
Soberanía social
“Frente a la soberanía política señalamos la verdadera autonomía social que la limita, erizada, por decirlo así, de libertades y de derechos que empiezan en los personales, que se afirman en la familia y siguen por sus prolongaciones en la escuela, la Universidad, el gremio y sus agrupaciones, el municipio, la comarca y la región, formando una jerarquía de personas que se organiza en clases y que amuralla la soberanía del Estado central. Para que no se desborde y se mantenga dentro de órbita, contenida por esa serie escalonada de baluartes que marcan en derredor de ella un círculo sagrado que no puede traspasar el Poder soberano sin convertirse en tiránico.” Juan Vázquez de Mella, El Verbo de la Tradición, pp. 53 y 54.
Doctrina Social de la Iglesia
“La expresión «doctrina social de la Iglesia» es reciente: es una novedad del siglo XX. La utilizó por primera vez en un texto oficial -aunque con nombre no exactamente igual- Pío XI, al evocar en el párrafo 94 de la encíclica Quadragesimo anno (1931) la «doctrina social cristiana». En realidad, se da una especie de paso sorprendente de lo cuantitativo a lo cualitativo, a causa de la nueva insistencia, en el período contemporáneo, sobre materias que fueron tenidas en cuenta desde tiempo atrás, pero quizá de manera más discreta y sobre todo sin las facilidades ofrecidas por los medios modernos de comunicación social. La Iglesia, en la persona de sus papas, obispos, teólogos y santos, juzgó en efecto siempre las cosas del orden temporal, ya se tratase del ejercicio del poder político, de la economía, de las relaciones entre las clases sociales, etc. Pero siempre lo hizo (o pretendió hacerlo) desde el punto de vista particular -el objeto formal- de la Revelación, o sea en nombre de las exigencias de la Ley nueva: por ejemplo, la reivindicación del privilegio del clero, o del derecho de la Iglesia de poseer su propia legislación penal, o que venga legalmente sancionada y protegida la indisolubilidad del matrimonio, etc.” Bernard Dumont, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, pp. 407 y 408.
No convencer, sino persuadir
“La dinámica ideológica surge por una toma de posición emotiva. Hay un deseo, una pulsión pasional cuya concreción y consecución precisa del concurso de las grandes masas. Para legitimarse ante ellas se erige como un corpus dogmático- teórico que oculte su carácter interesado y presente la ideología como anhelo universal. Para Fernández de la Mora la ideología no precisa de un contenido teórico excesivamente elaborado ya que no trata de convencer sino de persuadir. Es decir, su contenido teórico tiene la única función de ocultar su origen emotivo e interesado de ahí que su contenido cognoscitivo sea tan débil.” Carlos Goñi Apesteguía, Revista Razón Española, nº 193, septiembre-octubre 2015, pp. 199 y 200.
Herejía
“Pero es mayor todavía cuando el pechado contra la fe no es simplemente carencia culpable de esta virtud y conocimiento, sino que es, negación y combate formal contra dogmas expresamente definidos por la revelación divina. Entonces el pecado contra la fe, de suyo gravísimo, adquiere una gravedad mayor, que constituye lo que se llama herejía. Incluye toda la malicia de la infidelidad, más la protesta expresa contra una enseñanza de la fe, o la adhesión expresa a una enseñanza que por falsa y errónea es condenada por la misma fe. Añade al pecado gravísimo contra le fe la terquedad y contumacia en él, y una Cierta orgullosa preferencia a la razón propia sobre la razón de Dios. De consiguiente, las doctrinas heréticas y las obras hereticales constituyen el pecado mayor de todos, a excepción de los arriba dichos, de los que, como, ya dijimos, solo son capaces por lo común el demonio y los condenados.” Félix Sarda y Salvany, El Liberalismo es pecado, pp. 12 y 13.