james b. irwin

Obra Cultural

¿Quién es James B. Irwin? Es el astronauta que tomó parte en el primer vuelo lunar del 26 de julio de 1971. Su descenso y su paseo por la Luna fueron más que una empresa científica. Le devolvieron la Fe. Mucho más aún, contribuyeron a acercarle a Dios, hasta tal» punto que se decidió a consagrarse enteramente a Él, dándole a conocer por el mundo y llevando a sus oyentes a «reconocer a Jesucristo por su Señor y Salvador».

Una conversión espiritual

«Antes del 26 de julio de 1971, fecha del lanzamiento, del Apolo XV, me consideraba como un técnico, como un piloto de pruebas, como un hombre obsesionado por sus cálculos. Durante, los años de entrenamiento y los largos meses de competición con los demás astronautas para ser destinado al equipo de la primera expedición lunar, estaba tan absorbido por la preparación científica del vuelo, que nunca me vino al pensamiento que pudiera ser también una elevada ascensión espiritual. Mientras nuestros cuerpos subían hasta los cielos, nuestros espíritus también se elevaban. Cuando entramos en el espacio, tuvimos una visión nueva de nosotros mismos, de la tierra y de la proximidad de Dios. Salimos de la realidad ordinaria. Experimenté el sentimiento de que una especie de cambio profundo se obraba en mí.

Esplendor del espectáculo

La primera vez que pudimos ver el globo terráqueo por entero, nos pareció como un balón en el cielo. Tenía aproximadamente las dimensiones de una pelota de baloncesto: era la cosa más hermosa que se pueda soñar en toda la vida.

Desde la luna, la tierra no parecía mayor que una bola de billar, pero la bola más hermosa que se pueda imaginar. Era el único objeto cálido, viviente que veíamos en el espacio.

Preparado a todo salvo al impacto espiritual

Cuando vuelvo a pensar en toda esta experiencia, y en los largos años de preparación, ciertas cosas me impresionan. Lo único a que no estaba preparado era al impacto espiritual de ese viaje a la luna. El sentido de la presencia de Dios y el sentimiento aplastante de que Él estaba allí con nosotros, es algo que solamente he podido comprobar algún tiempo después del vuelo.

Al regreso

Me disgustaba hacer el sabio, y cada vez me sentía más frustrado al tener que contentarme con un informe científico. Era muy consciente de mi despertar religioso o espiritual y deseaba hacerlo compartir al público.

Primeros testimonios públicos

Tranquilamente y de manera privada, comencé entonces a visitar las iglesias al fin de semana. Después, el 27 de octubre de 1971, hablé ante un auditorio de 50.000 cristianos del Sur en el Astródromo de Houston. Les dije que Dios había cambiado mi vida. Fue mi primer testimonio real.

Hubo como una explosión de interés. La noticia se extendió como reguero de pólvora: Jim Irwin tenía un mensaje espiritual que quería comunicar a los demás; y afluyen millares de invitaciones. Esto me creó un problema delicado: ¿cómo conciliar mi nueva misión con las exigencias de mi trabajo en el Centro espacial?

Mi vida entraba en un cambio radical… Ya no me contentaba con hablar; cada vez más, invitaba a los oyentes a que reconocieran a Jesucristo como a su Salvador personal. Hablarles de la luna o de nuestra misión científica, después de mi itinerario espiritual, era cosa relativamente fácil. Era algo muy distinto invitar a los asistentes a adelantarse pronunciándose por, Jesucristo. Verdaderamente, no es cosa fácil presentar el Evangelio de tal manera que las gentes reaccionen positivamente.

Mi nueva vida

Mi nueva vida comenzó verdaderamente en septiembre de 1972. Fue un mes fantástico. Mi mujer y mis hijos me acompañaron casi todo el tiempo.

En solo ese mes, visitamos los Estados de Oklahoma, Mississippi, Texas, Georgia, Carolina del Norte, Wyoming, Minnesota, y probablemente otros todavía que ya no recuerdo. En todas partes me hacían la misma pregunta:

Jim, ahora que ha estado en la luna ¿qué hace? ¿No se siente decepcionado ahora que ha vuelto a la tierra?

Yo respondía:

«No he tenido ninguna decepción. El Señor me ha manten.ido en una altura elevada.»

En octubre y en noviembre nuestros vuelos nos han llevado más lejos aún. Mi mujer Mary, Jill y yo hemos visitado Japón, Corea, Taiwan y Vietnam.

«Uno de los puntos más sobresalientes de mi viaje a Corea fue mi visita a la Escuela Militar de las Fuerzas Aéreas en el barrio de Seúl. Hablé a los cadetes reunidos en el gran auditorio. Después de mi charla sobre Apolo XV y su vuelo, aproveché la ocasión para dar mi testimonio personal. Entonces invité a mis oyentes a que se adelantaran y reconocieran a Jesucristo por su Señor y Salvador. Fue para mí una experiencia extraordinaria…

En Taiwan, gran reunión en el Mausoleo de Sun Yat-sen, en Taipei. Un auditorio de 5.000 personas, ocupando todos los rincones de la sala. Unas 100 de ellas se adelantaron. Y sentí que habíamos vivido una gran experiencia.

Tierra Santa

Terminamos el año 1972 con un excelente viaje a Tierra Santa. Mary y los niños estaban conmigo. Nunca habíamos celebrado tan bien la fiesta de Navidad. Fueron para nosotros días maravillosos y una Navidad incomparable.

Dos días después, encontré a Golda Meir, primer ministro de Israel. Me preguntó si el vuelo hasta la luna había cambiado realmente mi vida o si solamente había fortalecido mi fe.

Le respondí:

-Antes del vuelo yo no era en verdad un hombre religioso. Creía en Dios, pero no tenía realmente nada que compartir. A mi regreso de la luna, experimenté tan fuertemente el sentimiento de poseer algo que tenía que compartir con los demás, que fundé una MISIÓN a fin de decir en todas partes a los hombres que Dios es un SER VIVIENTE, no sólo en la tierra sino también en la luna».

«La experiencia hecha en Tierra Santa fue la manera más alentadora de pasar del año que terminaba a un año nuevo lleno de promesas. Nos conmovió y nos dio la oportunidad de consagrarnos más a nuestra misión y unos a otros como miembros de una misma familia. Teníamos que compartir algo mucho más profundo que la ciencia, y las reacciones de los oyentes nos manifestaban que nuestra misión era bendecida.

Crisis cardiaca

El 4 de abril de 1973, jugando a pelota, tuve una crisis cardíaca. Una vez más, estaba en el suelo. O más bien, como, me dijo Mary:

Era Dios quien tomaba las cosas en su mano». En todo caso, Él modificaba mi plan de vuelo. Dios me ha cogido de improviso. No pensaba que pudiese tener un ataque al corazón. Me costó aceptarlo la primera vez; y cuando pude reflexionar, me quedé confuso. Este ataque me ha hecho depender más del Señor; me ha hecho aceptar mi debilidad humana. Me pregunto si aceptar la propia debilidad no es ya el primer paso hacia una primavera de fecundidad espiritual.

La mano de la providencia

Veo verdaderamente la mano de la Providencia en lo que me ha sucedido. Creo que el Señor me ha sostenido hasta cierto momento. Entonces, Él ha decidido, que yo tenía que, obtener un «reposo» y reflexionar sobre lo que debía ser mi porvenir y el de la Misión.

Pues bien, mi primera reflexión ha sido que una crisis cardíaca era el único medio de calmar mi fiebre de acción. Para mí, es una nueva Vida dentro de nuestra vida nueva. Después del accidente cardíaco estoy agradecido al Señor de, que me haya revelado su plan para este vuelo, el más elevado de todos.»

«SI QUIERO DEPENDER DE LA MADRE, ES PARA HACERME ESCLAVO DEL HIJO; SI ASPIRO A SER TODO DE ELLA, ES PARA RENDIR A DIOS MI HOMENAJE DE SUJECIÓN CON MAYOR FIDELIDAD», exclama San Ildefonso. Y esto se alcanza invocando a María. ¡A lo menos las TRES AVEMARÍAS cada mañana y cada noche!