Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 196, junio de 1995
Mes de junio: mes del Corazón de Jesús. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús está muy relacionada con la Adoración Nocturna. No hay un verdadero devoto del Corazón de Cristo que no sea verdadero adorador nocturno. De ahí la importancia de esta actividad de nuestra Asociación. Debemos prestar mucha atención para sacar el mayor provecho de esa noche que pasamos en vela, en compañía de Jesús Sacramentado, postrados y en adoración. En esas noches de quietud, junto a la Madre del Señor, debemos considerar estos tres puntos para mejorar, para avanzar en nuestra vida de adoradores:
1) Espíritu de reparación. La vida del adorador es sobretodo vida de reparación. En nuestra Asociación somos un buen número de adoradores, pero todavía es más numeroso el número de los que ofenden al Señor, de los que le niegan, de los que blasfeman contra Dios. Nosotros debemos inmolamos por ellos, debemos hacer penitencia por ellos, ofrecernos como víctimas para expiar los pecados de tantos pecadores, así como nuestro maestro se entregó por todos los hombres para redimir todas sus culpas. Como santa Teresita que en una noche de oración mereció de Dios la gracia de salvar el alma de un gran ladrón que iba a ser ajusticiado en París, y que de seguro su alma iba a caer en el abismo eternal. En esas noches de adoración debemos meditar en el infierno para evitar ir a él, interceder ante el Corazón de Jesús para robarle a Satanás muchas almas.
2) Vida de oración. A los pies del Santísimo Sacramento hemos de aprender a orar. “Señor, enséñanos a orar”. Hacer nuestras las palabras del Padrenuestro. Sentirlas.
Danos hoy nuestro pan de cada día”. Ese pan es el don de la oración continuada. Es la súplica de la presencia continuada de Dios en nuestro vivir cotidiano. Prolongar la adoración nocturna. Que esa adoración mensual sea diaria. Que Dios esté presente en cada hora, en cada minuto, en cada segundo de mi vida. “¿Cuánto tiempo está usted sin pensar en Dios, padre?” -le preguntaron un día a San Ignacio-. “Alrededor de un Credo” -contestó el santo. Cuando Jesús vivía en Nazaret, junto a su Madre, Ella siempre estaba con Él, no lo dejaba ni un momento. Paro cuando Cristo comenzó su vida pública, María tampoco lo dejó, en su Corazón lo tenía á cada instante, no habría momento en que no pensará en su Hijo. Si tuviéramos esa constante vida de oración, de presencia de Dios, tendríamos andado la mitad del camino y vencidas no pocas dificultades en que se tropieza por no vivir la vida espiritual de la presencia divina.
3) Silencio interior. Para la vida de oración ¿qué importante es el Silencio interior? No consiste éste en estar callado, en no hablar; sino en vaciarse de todo lo que rio venga de Dios y hablar con Él, llenarse de Él. Dicen las Sagradas escrituras que Dios busca al alma que mora en la soledad y allí le habla al Corazón. La Adoración Nocturna es lugar de silencio. Huelgan las palabras. Sólo hablar con Dios. Los grandes místicos dicen que es tan importante orar como el hecho de entrar y salir de la oración. Tan importante es saber a qué voy y a dónde voy cuino darse cuenta de qué acabo de hacer y de dónde he venido. El diablo es muy inteligente y sabe tentar al alma del modo más sutil, no quiere que hagamos oración y nos distrae en las noches de adoración con conversaciones que nos dispersan. En Adoración buscar el silencio, amarlo, procurarlo, hacerlo respetar. In silentio et in spe erit fortitudo vestra.