padre canoP. Manuel Martínez Cano m.C.R.

Los religiosos y los monjes tienen Constituciones y Reglas que regulan sus vidas. Si las cumplen se hacen santos. San Pío V, decía: dadme un religioso que haya cumplido se Regla y yo lo canonizo. Los seglares deben de tener también su Regla, su plan de vida. Si lo cumplen, serán santos. Un plan de vida sobrenatural, aprobado por el director espiritual.

San Juan Bosco decía que los tres enemigos del hombre son: la muerte (que nos sorprende), el tiempo (que se nos escapa), y el demonio (que le tiende sus lazos). Debemos, pues, aprovechar el tiempo de esta vida temporal para alcanzar la eterna felicidad del Cielo. Sin un plan de vida espiritual, se suele malgastar mucho tiempo. Perdemos mucho tiempo pensando lo que vamos a hacer y estamos expuestos a dejarnos llevar por la curiosidad o la pereza. Descuidamos nuestras obligaciones por no haberlas previsto y dejamos algunas porque no hemos tenido tiempo. Caemos en la inconstancia.

Es necesario pues, un plan de vida bien pensado. Así aprovecharemos el tiempo y avanzaremos por el camino de la perfección cristiana. Hacer lo que debemos hacer en cada momento, como decía la Venerable Rafaela María de Jesús Hostia. No dejar nada sin prever. Y, si ocurriera algo extraordinario, que alterara el plan de vida, suplirlo en cuanto se pueda. Así se adquieren los hábitos piadosos que serán el fundamento de nuestra perseverancia en el bien. Y nuestros días estarán llenos de obras y méritos sobrenaturales.

Para el religioso, vivir según la Regla, es vivir para Dios. Para el seglar, vivir según el plan de vida es vivir para Dios. Sobrenaturalizamos todas nuestras obras. Estamos continuamente cumpliendo la voluntad de Dios. Nada de desorden, caprichos, frivolidades. La voluntad, con la gracia de Dios, cumple con su deber. Y la práctica de las virtudes convierte la vida en una fuente de gozo.

El solo hecho de no dejarnos arrastrar por nuestras afecciones desordenadas, convierte nuestras vidas en continuos actos de amor a Dios. El plan de vida nos enseña el camino de la perfección. La perfección que Cristo pide a todos sus discípulos. El camino que siguieron los santos.

Cada cristiano ha de hacer su plan de vida, según su propia condición y estado de alma. Con el tiempo se irán enmendando algunas cosas y añadiendo otras. Siempre de acuerdo con el director espiritual. Siempre bajo el manto de la Virgen María.