A los seis años me fracturé el brazo izquierdo y me lo tuvieron que enyesar. Cuando al mes me quitaron el yeso el médico vio que había quedado mal el hueso, el codo se me quedó torcido y el médico dijo a mi madre, sin darse cuenta de que estaban mis dos hermanos mayores escuchando: «se le podía poner el brazo bien, fracturándolo y enyesándolo de nuevo, mañana volveré». Cuando el médico volvió al día siguiente no me encontraban por ningún lado mis padres ¿Sabes que había ocurrido? Muy sencillo mis hermanos me habían escondido debajo de la cama y ellos se pusieron delante para que no me hicieran daño, por eso tuve toda la vida el hueso del codo torcido. Al quitarme el yeso tenía que hacer ejercicio con el brazo y mi madre me dijo: «hija, tienes que ayudar a mamá en las tareas de casa y uno de esos trabajos será aprender a coser a máquina». Y me compró una máquina de mano. Yo como le quería mucho a mi madre pasaba todo el tiempo que mi madre me decía dando vueltas a la rueda con la manivela aunque sentía mucho dolor, no decía nada, para tener contenta a mamá. Ella era muy piadosa, quería mucho a Jesús y me enseñaba a saludarlo con la señal de la cruz cuando me levantaba:
Por la señal + de la Santa cruz
De nuestros + enemigos,
Líbranos, Señor, + Dios nuestro.
En el nombre del Padre,
Y del Hijo, +
Y del Espíritu Santo. Amén.
He oído y leído, muchas veces, que Cataluña está dividida en dos partes. También he escrito varias veces que hay verdades teologales, morales, filosóficas, históricas, políticas… que nadie podrá cambiar nunca: Lo que una vez es verdad, siempre será verdad, decía Santo Tomás de Aquino. Las cosas, por mucho que se repitan, no tienen por qué ser necesariamente verdad.
«Si Hitler sólo hubiera tenido que enfrentarse a fuerzas de izquierda, habría ganado contundentemente la guerra. Ni la contienda europea de 1939-1941 ni la conflagración auténticamente mundial de 1941-1945 se limitaron a reproducir el conflicto español». La contienda se convirtió en una «pugna entre absolutos sociales, religiosos y culturales, que se considera que exige una solución total y sin concesiones». En buena medida, resultó una «guerra de religión». Las derechas se agruparon en torno al Ejército, bajo la jefatura del general Francisco Franco (Pedro Carlos González Cuevas – Razón Española)