

12 martes Mar 2019
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12 martes Mar 2019
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D. José Guerra Campos
El octavo día
Editorial Nacional, Torrelara, Madrid, 1973
El misterio de Cristo resucitado es el corazón de la Iglesia.
No se puede entender de ningún modo lo que significa la Iglesia en el mundo si se la concibe únicamente como una sociedad de hombres que buscan la verdad o que coinciden en un programa operativo; o si se concibe al mismo Cristo únicamente como un fundador, en quien los sucesores ven al maestro o al ejemplo perdurable.
Cristo no tiene sucesores. Los Apóstoles, sí; pero tanto los Apóstoles como sus sucesores lo que hacen es anunciar y actualizar la presencia constante de Cristo Salvador a través de la historia.
Por eso, en el último Concilio se ha dicho que la Iglesia es como un gran sacramento de Cristo: una señal y un instrumento de su presencia salvadora (1). El Bautismo nos incorpora al cuerpo de Sigue leyendo
12 martes Mar 2019
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El origen de las palabras ayuda a precisar el significado de ellas. Esto sucede con la modestia. Tiene su origen en la lengua latina; en la palabra modus, que significa modo, moderación. Y eso es la modestia. Una virtud que pone moderación. ¿Qué modera?
La modestia es una virtud adjunta a la templanza. Una y otra tienen el mismo fin: moderar, reprimir el apetito desordenado de goces y deleites carnales. La templanza como virtud principal modera ese apetito en las cosas más difíciles, como son los deleites del gusto y del tacto. La modestia, como virtud secundaria, modera ese deseo en cosas menos difíciles. Tres clases de actos ordena, regulariza la virtud de la modestia. Los movimientos exteriores del cuerpo: el andar, el mirar, el reír, el hablar, los gestos, las posturas, las acciones. Ordena también los juegos. Y pone moderación en los vestidos y en todo lo que se refiere al adorno corporal.
Porque la modestia regule y ordene los actos exteriores, nadie piense que es una virtud superficial, puramente exterior. Es una planta que hunde sus raíces en el alma, que se nutre del corazón humano; y que brota al exterior y despliega los pétalos de sus flores a la vista de los hombres. La explicación es clara. No puede existir moderación en los actos exteriores del cuerpo, si no la hay en los movimientos interiores del corazón. Cuando las pasiones no están dominadas, cuando rugen en el interior las tormentas desencadenadas por la soberbia, la ira, la lujuria… el oleaje de esas tormentas se desborda del corazón y llega a los sentidos exteriores.
Y al revés: cuando las pasiones están ordenadas, sometidas a la razón, la paz y el sosiego interior, necesariamente se manifiestan en el exterior de la persona. Cuando la ira se desencadena en el corazón ¡qué miradas, qué gestos, qué actitudes las del iracundo! Infunde miedo. Cuando la soberbia encrespa las olas del corazón ¡qué arrogancia, qué altanería, qué menosprecio de los demás! Cuando la sensualidad se enseñorea del hombre, se asoma al exterior por todos los sentidos: miradas, gestos, vestidos… Todas las pasiones no dominadas tienen manifestaciones exteriores. Y las tienen sobre todo en las palabras. Cada uno habla de lo que tiene en el corazón.
Con la conducta exterior se va diciendo a todos lo que cada uno es interiormente. Es verdad que abunda la hipocresía: aparentar exteriormente lo que no existe en el interior. Pero la ficción no pasa desapercibido a las personas perspicaces. El soberbio, que quiere parecer humilde, hace mal la comedia: inclina o tuerce la cabeza; dice palabras de menosprecio propio… Ficción, actitud postiza. Una frase que hiera el amor propio deshace todo el tinglado de cartón. Sin raíces verdes no puede haber flores naturales. Ahora se entenderá el oficio de la modestia. Primero modera el interior, sosiega las pasiones alborotadas; y restablecido el equilibrio interno, necesariamente, se manifestará al exterior. Con razón se dice que la modestia es como la voz del alma. Es el pregonero que va gritando: esta persona tiene o no tiene las pasiones dominadas.
12 martes Mar 2019
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Francisco Elías de Tejada
Con tales ímpetus fue Cataluña el Imperio español del Oriente. Con el Magnánimo supo de la entrega de Nápoles, de la protección de Chipre y Rodas, de relaciones con la remota China, del amparo al serbio Brancovich, de la guarnición del castillo de Croia, del nombramiento de Ramón de Ortafá para virrey de Albania, de la escuadra de Bernat de Vilaragut paseándose por la desembocadura del Nilo; edad gloriosa si las hubo en la historia catalana, en la cual, como ha escrito con pujos de orgullo Ferrán Soldevila, Alfonso el Magnánimo y Calixto III eran las cimas eclesiástica y política del mundo.
Hora imperial de Cataluña que evocamos aquí con añoranzas españolas, aun a trueque de que esos profesionales del pacifismo marxistoide y del conciliarismo que es la quinta columna de Moscú, nos tachen de militaristas y violentos. ¡Como si la violencia al servicio de la justicia no fuese una de las pocas cosas necesarias para los pueblos! ¡Como si renegar de la historia patria no fuera algo peor que un acto de traición, ni fuese la antesala del suicidio colectivo! ¡Como si los carlistas cayésemos en la necedad de sacrificar nuestras Españas adoradas al señuelo de la propaganda enemiga, simplemente porque está de moda la estupidez de renegar de España en tantas formas que van desde la frase ingeniosa del que se juzga inteligente a las hojillas pagadas con dinero de nuestros enemigos extranjeros!
Nosotros levantamos la memoria de la Cataluña que fue el Imperio español mediterráneo, cuando en los días humanísticos del siglo XV Dios regaló estos destinos a este ramal de nuestra estirpe, mientras nuestro brazal portugués recorría las rutas misteriosas del Indico pasmoso, y tocaba a Castilla la común ambición secular de arrojar a la morisma de sus postreros reductos peninsulares. Cuando todas nuestras gentes aunadas en el albor de la unidad que en Cristo acaba, sin mimetismos extranjeros, viviendo de la sustancia propia, cumplían la providencial misión española de defender y propagar la Cristiandad que fenecía frente a la Europa que ya asomaba en las dudas de Lutero, en las argucias de Maquiavelo, en las tiranías de Bodino y en la secularización de la vida, las grandes “locuras” que apuntó el hidalgo de Algezares. Si algún mal nacido se avergüenza de este Imperio catalán españolísimo, nosotros no renegamos de tanta historia y la revivimos en la nostalgia del recuerdo como en la ilusión de la esperanza renacida.
(VERBO)
12 martes Mar 2019
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Padre Cano, m.C.R.
* El hombre es un ser creado para vivir eternamente feliz con Dios en el Cielo.
* En democracia prosperan los mentirosos, las mentirosas y los nuevos ricos.
* Tocqueville al regresar de América dijo: «Disponemos de libertad para elegir a nuestros tiranos».
* Un poder político sin autoridad se convierte fácilmente en una tiranía. Leyes, más leyes y siempre leyes.
* La secularizacion es una de las enfermedades espirituales que los endemoniados han introducido y propagado en la Iglesia.
* Todas las democracias niegan el origen divino del poder. Está claro que, el llamado «pueblo», es la máscara de Satanás.
* No se pueden asesinar niños en las entrañas de sus madres. Es un crimen abominable. La norma objetiva de la moral es la ley de Dios.