Jacinto Argaya

Monseñor D. Jacinto Argaya
Obispo de San Sebastián

“Fuimos testigos de la ejemplaridad de su vida familiar, de la devoción en sus prácticas religiosas y de tantos otros rasgos que le acreditaban como cristiano consecuente. Ese cristiano que tan manifiesto ha quedado en sus nobles palabras póstumas de testimonio de fe, de perdón a los enemigos, de preocupación por la patria temporal que dejaba.

No se quebró después la línea que aquí se había iniciado. Sin entrar a enjuiciar su actuación política, nadie regateará elogios para la plena entrega a las tareas de gobierno, para la rigurosidad y seriedad impuesta en todas sus funciones, para el ejemplo de su vida privada, para la estabilidad lograda en un país que durante siglo y medio venía siendo atormentado por tremendos vaivenes políticos.

Su muerte no fue la trágica de un atentado, de un accidente, sino, como la de Cristo, la culminación de un largo periodo de tremendos sufrimientos de toda índole. Parecía, ya el final, que no había lugar en su cuerpo para una nueva llaga o un nuevo sufrimiento. Acá en la tierra le tocó purificarse antes de pasar la frontera de la muerte. Y esos méritos obtenidos en su vida y en su larga agonía le habrán acompañado ahora ante el Tribunal del Cielo. (…) El jefe del Estado recién fallecido puede estar ya, a estas horas, en condición de interceder por nosotros, pero puede también necesitar de nuestros sufragios.

Carecería de sentido, por otra parte, rendir un homenaje a la memoria de Franco y desconocer y olvidar sus últimos deseos que fueron los de su vida entera: “Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria”. Marchando hacia la patria eterna, Francisco Franco nos ha precedido con la señal de la fe y duerme el sueño de la paz…”.

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