JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA LEYENDA NEGRA (IX)
La verdad sobre la “encomienda”
Hace falta detenerse un momento con la pretensión de análisis histórico que, en su perspectiva aparentemente cristiana, hizo escribir a Las Casas: la encomienda era “una plaga mortal que provocaba la muerte de los indios y les impedía ser catequizados y conocer al verdadero Dios”. Se tiene demasiada tendencia a admitir esta afirmación que sostiene todo el rechazo, aparentemente cristiano, de la Conquista convertida en estructura. Ahora bien, esta afirmación, que vuelve a destacar constataciones que sólo valen parcialmente para el primer período de la Conquista, en las Antillas, es un error patente después. “Un desfase con la realidad americana” ha reconocido hasta el muy lascasista Andre Sint-Lu. Y es Las Casas, al proferirlo y al repetirlo sin cesar, quien es la injusticia. Sus propios compañeros, los dominicos de Guatemala, se lo dirán en una carta a la que él responderá con cólera en 1563: la encomienda, entonces regularizada, es positiva, profundamente útil para los indios y para la cristianización.
Veinte años antes, en 1543, los franciscanos y los dominicos de México se lo dicen a Carlos V, al oponerse firmemente a la supresión de la encomienda estipulada por las Leyes Nuevas de 1542, y reclamando incluso la perpetuidad para la encomienda: “Vuestra Majestad debe proveer cómo en breve se dé orden en el asiento perpetuo y estabilidad de los españoles en esta tierra, que mientras estabilidad no hubiere, ni estuvieren arraigados y perpetuados como naturales en ella, habrá menos provecho espiritual y temporal”.
Porque había provecho temporal, como lo ha mostrado Silvio Zavala, el gran especialista de la encomienda que escribe entre otras cosas: “La defensa de la propiedad de los indios coincidía con el interés del encomendero y éste, de buen grado, reconocía el derecho de propiedad indígena” (De Encomiendas y propiedad territorial). Más aún, muestra que la encomienda era un progreso respecto a la misma Europa: “Desde el punto de vista de la propiedad perteneciente a los vasallos, se observa en los señoríos y encomiendas de Indias una protección que mejora el derecho limitado de los labradores medievales” (ídem).
En cuanto al provecho espiritual, es evidente también. Los encomenderos tenían, a su costa, la carga estatuaria de que se enseñase la fe a los indios, y aportaban de este modo una ayuda material y moral considerable a los religiosos evangelizadores. Es lo que el obispo franciscano de México, Zumárraga, decía en la asamblea del clero de 1544: sin las encomiendas, “los indios no serán bien doctrinados” y “no se podrán sustentar muchos frayles, de que sucederá mucho detrimento en la doctrina cristiana”. En el Perú pasó lo mismo. El especialista Guillermo Lohmann Villena escribe: “Consta documentalmente con qué celo muchos encomenderos se preocuparon de contratar religiosos que doctrinasen a sus indios y, cuando esto no fue posible, asalariaron a legos para que hicieran las veces de los tonsurados” (El corregidor de indios). Asimismo, los que se han tomado la molestia de leer las cartas de los primeros evangelizadores jesuitas del Perú, habrán constatado en ellas que su evangelización parte de las encomiendas, por ejemplo de la encomienda del conquistador Valera, en Chibalta, a la que presentan como modelo de feliz república cristiana, y donde ellos reciben “mucha caridad” (Francisco Mateos, Primeros pasos en la evangelización de los indios).
En fin, los que creen que los religiosos fueron siempre mejores protectores de los indios que los encomenderos harían bien en leer, por ejemplo, las Relaciones geográficas del Yucatán. Donde se ve en 1.579 a los encomenderos muy atentos, por su propia función, a la antigua cultura y a las formas de vida de los indios, defenderlos contra el celo excesivo, y temporalmente irresponsable, de los religiosos franciscanos, que realizaron sus reducciones de reagrupamiento de indios para la evangelización, “con demasiado bárbaro rigor”, según escriben los encomenderos.