SIERVAS DE MARÍA
11 martes Ene 2022
Posted Imagén - Contracorriente
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in11 martes Ene 2022
Posted Guerra Campos
inP.: Entonces, ¿se llega a la conclusión, sin ningún género de dudas, de que la defensa del orden público equivale a la defensa de la libertad de los demás?
R.: Si la defensa se hace justamente -hay que reconocer que es difícil. lograr un equilibrio perfecto entre la exigencia de la autonomía individual y esta exigencia de los derechos de los demás, mas prescindamos ahora de los posibles fallos en la aplicación práctica-, creo que ésa es exactamente la posición de lo que se llaman «límites» de la libertad: son sencillamente la defensa de la libertad de los demás.
P.: Al amparo de esa libertad, entonces, ¿los niños tienen derecho de ser adoctrinados, como se decía en la Edad Media, en las escuelas de sus respectivas religiones?
R.: Evidente. El niño tiene ese derecho, o quizá lo tengan los padres, a quienes los niños están confiados. Yo añadiría algún derecho más (que también podría servir de ejemplo, para no quedarnos solamente con los ejemplos de medicina, torpemente indicados). Por ejemplo: todos los hombres tienen derecho de que, al comunicarles otros hombres sus convicciones, no les engañen, no usen métodos seductores, que son los que constituyen la mala propaganda. Otro ejemplo: todos los hombres tienen derecho a que la verdad ya conocida y promulgada, aunque sea negada por muchos hombres, les sea propuesta. La proposición de la verdad no es coacción; es un servicio que se hace a los hombres. Por tanto, si en algún país, por las circunstancias que fueren, el hecho maravilloso y gozoso de que el Padre se ha manifestado en Cristo Jesús no se propone suficientemente a los hombres, no sólo se está faltando a un mandato del Señor; se está faltando a un derecho de los hombres. Tercer ejemplo: Los padres -y así enlazo con lo que usted acaba de indicarme tan oportunamente- tienen derecho de educar a sus hijos religiosamente según su estimación, sin coacción exterior (a no ser en casos de manifiesta desidia, de abandono total, de prepotencia y abuso intolerables). Y, por último –sin agotar la lista de posibles ejemplos-, creo que habría que consignar un derecho que tienen los niños y los adolescentes, y que el Concilio proclama en un documento importante: no sólo el derecho de no ser engañados o de que se les proponga la verdad, sino el derecho de ser estimulados. El niño necesita estímulo e impulso, que no es coacción, para que pueda captar y asimilar los valores religiosos y los valores morales. Por tanto, un Estado neutro o descuidado que, aun respetando al máximo la libertad de cada adulto, no proporcionase condiciones favorables para que los niños y, en general, las personas que lo necesiten se sientan estimuladas a buscar o a asimilar la verdad que se les propone, estaría incumpliendo una parte decisiva, importantísima, de lo que llamamos bien común, que es su tarea.
11 martes Ene 2022
Posted Semillicas
in* La Ley natural es la participación de la Ley eterna en la criatura racional.
* El modo superior de participación en la Ley eterna es propio de la persona humana. Esta Ley natural, grabada por Dios en el corazón de la persona humana, obliga a todas las personas de todos los tiempos.
* Cuando la persona humana alcanza el uso de razón, empieza a conocer los primeros principios de la Ley natural («haz el bien, evita el mal» »No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti»), como algo que tiene obligación de cumplir: es la Ley natural subjetivamente considerada.
* Los principios secundarios de la Ley natural son los Mandamientos de la Ley de Dios. En algunas personas puede darse ignorancia inculpable de estos principios secundarios durante algún tiempo, pero no durante toda una vida normal.
* La Ley natural tiene unas propiedades que la distinguen claramente de otras leyes. Las principales son tres: universalidad, inmutabilidad e indispensabilidad.
* Universalidad: La Ley natural es universal, obliga a todos los hombres del mundo, sin ninguna excepción, incluso a los niños. La razón es muy simple: la naturaleza humana es esencialmente la misma en todos los hombres. Las variaciones éticas, regionales, etc. son sólo accidentales.