El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: «El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?» Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Padre Martínez m.C.R.

* “Nunca la humanidad ha conocido una rebelión tan atroz contra Dios en toda su historia desde el principio de la historia” (San Juan Pablo II).

* La tiranía democrática es más peligrosa que la comunista porque es un más sutil.

* “El móvil nos está haciendo daño. Estamos anestesiados, conectados pero aislados” (Carmen Castilla).

* “Los enemigos de España lo fueron siempre, y a la vez, de Roma. Para simbolizar el paternal cariño de los Sumos pontífices hacia la España que ensanchó inmensamente los dominios de Cristo” (José Ungría).

* Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres Padres; un solo Hijo, no tres Hijos; un solo Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos; y en esa Trinidad nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres Personas son entre sí coeternas y coiguales.

* De suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad.

* Uno de los argumentos teológicos más conocidos para explicar el misterio de la Santísima Trinidad es el siguiente: Así como nuestro entendimiento, al entender una cosa, produce una idea de lo que conoce, de la misma manera, el Padre, conociéndose eternamente a Sí mismo, engendra el Verbo de Sí mismo, que es el Hijo, consubstancial al Padre.