El bello himno del Año Jubilar de la Misericordia se canta con fervor en todos los templos. El pueblo cristiano expresa su ferviente deseo de ser misericordioso como el Padre. También -podemos añadir- y como tantos santos y santas que hicieron de la misericordia su camino de santidad y lograron que muchos fieles les siguieran por ese mismo sendero. Entre ellos brillan con especial luminosidad algunos que han sido relacionados estrechamente con el Jubileo. Nos referimos a san Pío de Pietrelcina, san Leopoldo Mandic y santa Faustina Kowalska, a los que aquí añadimos ahora a nuestra santa Genoveva Torres. Por voluntad expresa del Papa Francisco fueron llevados a Roma los cuerpos incorruptos de san Pío y san Leopoldo, los dos célebres capuchinos italianos. Como era de esperar, multitudes de peregrinos, unos ochenta mil se calculan, acudieron de fuera de Roma para recibirlos y más de millón y medio para venerarlos.
San Leopoldo de Mandic de Castelnovo (1866-1942) y san Pío de Pietrelcina (1887-1942) dedicaron gran parte de sus vidas a oír en confesión a decenas de miles de personas, italianas y de otros países, muchas veces hasta dieciséis horas al día. El Padre Pío, adornado con las llagas de la Pasión y el don de profecía, levantó en San Giovanni Rotondo un gran hospital y san Leopoldo atendió con gran caridad a miles de refugiados de los países limítrofes a Italia.
Las reliquias de ambos llegaron a Roma el 3 de febrero para ser conducidas procesionalmente a san Pedro del Vaticano. Tres veces acudió el papa Francisco a venerarlas y, en presencia de ellas, impuso la ceniza cuaresmal y envió a setecientos Misioneros de la Misericordia para predicarla por el mundo entero.
Santa Faustina Kowalska (1 900-1938), religiosa polaca, es llamada «Apóstol de la Divina Misericordia», fue canonizada por san Juan Pablo II el 3 de abril de 2000 y será visitada su tumba por millones de jóvenes que, en la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Cracovia, quieren vivir y difundir el gran mensaje de la Divina Misericordia.

Finalmente ¿podremos omitir a Santa Genoveva Torres Morales, siendo que alguna vez, ella misma solía firmar Genoveva, la de la Misericordia? No era añoranza de la Casa de Misericordia de Valencia, donde bajo la dulce mirada de Nuestra Señora de la Misericordia encontró su vocación de «ángel de soledad». Era, especialmente, la respuesta a un encargo divino que se le confió, la obra de misericordia de consolar a quien sufre soledad.