palabras de diosMaría

¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!  En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero?  O ¿quién le ha dado primero para tener derecho a la recompensa?  Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén. (Romanos 11, 33-36)

*

Y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».  Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios,  diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén». (Apocalipsis 7, 10-12)

*

David dijo a Saúl: «Que no desmaye el corazón de nadie por causa de ese hombre. Tu siervo irá a luchar contra ese filisteo».  Pero Saúl respondió: «No puedes ir a luchar con ese filisteo. Tú eres todavía un joven y él es un guerrero desde su mocedad». (1 Samuel 17, 32-33)

*

A vosotros os digo, amigos míos: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.  Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la gehenna. A ese tenéis que temer, os lo digo yo. (San Lucas 12, 4-5)

*

¡Cuidado con los perros, cuidado con los malos obreros, cuidado con la mutilación! (Filipenses 3, 2)

*

Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular. (Hechos 4, 11)

Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. (1ª San Juan 4, 16)

¡Ay de vosotros escribas y fariseos!

 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros!  ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”!  ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?  O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”.  ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda?  Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él;  quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él;  y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él. (San Mateo 23, 13-22)