Cardenal D. Marcelo González Martín
Arzobispo de Toledo
«Ante ese cadáver han desfilado tantos que necesariamente han tenido que ser pocos, en comparación con los muchos más que hubieran querido poder hacerlo para dar testimonio de su amor al Padre de la Patria, que con tan perseverante desvelo se entregó a su servicio… Brille la luz del agradecimiento por el inmenso legado de realidades positivas que nos deja ese hombre excepcional. Esa gratitud que está expresando el pueblo y que le debemos todos, la sociedad civil y la Iglesia, la juventud y los adultos, la justicia cristiana, a la que quiso servir Francisco Franco y sin la cual la libertad es una quimera, nos habla de la necesidad de Dios en nuestras vidas…»
Producciones Armada
Tenerife

Una cultura que ha dado la espada a Cristo es una cultura que niega la posibilidad del perdón, del arrepentimiento, de la regeneración y, por el contrario, se hunde en un ciclo sin fin de venganza. Los cristianos lo vemos de otra manera: nos sabemos pecadores y sabemos, porque numerosos santos así lo atestiguan, que acudiendo a la gracia de Dios es posible cambiar, y que un ladrón, un asesino, un criminal, puede acabar convirtiéndose en modelo de vida. Esto no significa negar la gravedad de ciertos crímenes, ni tampoco negar que quien comete un crimen debe pagar por él, pero la posibilidad de redención, de cambiar de vida, está en la base de aquella cultura cristiana que nos hizo florecer y de la que ahora renegamos.
Algunos clérigos, tal vez porque creen, erróneamente, que la atracción por personas del mismo sexo es genética e inmutable, han estimulado a individuos que experimentan atracción por el mismo sexo que se identifiquen con la comunidad homosexual, proclamando públicamente el ser “gay” o lesbiana, pero vivir la castidad en su vida personal. Hay varias razones por la cuales es este una conducta equivocada:
* ¡La que está cayendo sobre la Iglesia! Una vez más vemos que el Espíritu Santo protege a nuestra santa madre, la Iglesia Católica.