Padre Manuel Martínez Cano, mCR.
La Geología enseña que la Tierra estuvo sin vida durante el período azoico ¿Cómo empezó la vida en el período paleozoico? ¿Por generación espontánea, como dicen los materialistas, o por Dios, que crea a todo ser viviente, como dice la Biblia?
Pasteur, Tindall, Burke, Maumus, etc… Han demostrado científicamente que la generación espontánea es un absurdo.
La teoría de que la vida ha venido a la Tierra en gérmenes procedentes de otros astros ha sido también rechazada por la ciencia, porque esos gérmenes tenían que haber perecido en su camino por el frío excesivo, por la falta de humedad y por la acción de los rayos ultravioletas; y en todo caso habría que preguntarse cómo empezó la vida en esos supuestos astros.
La materia no puede dar lo que no tiene. De lo inerte no brota vida; un ser orgánico no puede proceder de un ser inorgánico. Todos los seres vivos, células, plantas, animales, hombres, etc. proceden de otro ser vivo. La vida que vemos en la tierra la tuvo que dar un ser vivo. Ese ser vivo es el Creador y Señor de todas las cosas; Dios todopoderoso.
Jorge Wold, biólogo de la Universidad de Harvard, Premio Nobel, ha dicho: «No hay ninguna oposición entre la aceptación de la explicación científica del origen de la vida y la creencia en Dios, pues Éste es el autor de las leyes que rigen el proceso biológico».
Es un hecho de experiencia normal y constante que el hombre siente en sí mismo el deber de la ley moral que le obliga en conciencia a hacer el bien y evitar el mal.
La conciencia del deber, de hacer el bien no se explica sin la existencia de un Supremo Legislador, único que puede hacer sentir en la conciencia del hombre ese deber y esa obligación de una manera universal, constante y eficaz, aunque contraríe los propios intereses y pasiones desordenadas. Ese Supremo Legislador es Dios.
Juan Zaragüeta, Catedrático de la Universidad de Madrid afirma que, además de las leyes de la Naturaleza, las leyes de la conciencia hablan de la existencia de Dios «pues nadie se manda a sí mismo, sino que la conciencia recibe las órdenes de un Ser superior a ella, que es precisamente Dios».
La existencia de Dios es connatural al alma humana, la descubre el sentido común. Una de las cosas que más fácilmente aprende el niño y que más imperiosamente le domina es la existencia de Dios. Y el adulto no puede sustraerse a la objetividad de la existencia de Dios, verdaderamente avasalladora, si está libre de prejuicios y pasiones desordenadas.
Nadie acepta que el reloj que lleva en la muñeca se ha hecho solo, porque la existencia de su reloj supone la existencia de una inteligencia y un poder que lo ha inventado y hecho.
De la misma manera que el reloj reclama la existencia de una inteligencia y un poder, el mundo con su variedad, con su conjunto innumerable de seres a cuál más maravilloso, con su orden y movimiento, presupone una inteligencia y un poder infinitos. Esa inteligencia y poder infinitos la tiene Dios, principio y fin de todas las cosas. No hay reloj sin relojero, no hay mundo sin Creador.
A. Compton, profesor de Física en la Universidad de Chicago, ha dicho: «Lejos de estar en conflicto, la Ciencia se ha hecho aliada de la Religión. Al aumentar nuestros conocimientos de la naturaleza, nos hemos relacionado mejor con el Dios de la naturaleza. Naturalmente, son muy pocos los modernos hombres de ciencia que defienden una actitud atea».
Ateo es el que niega la existencia de Dios. Lógicamente no debería haber ateos, pues las razones de la existencia de Dios son asequibles a cualquier inteligencia, de tal modo que toda persona sensata y razonable puede conocer la existencia de Dios.
Sin embargo, hay hombres y mujeres que viven como si Dios no existiera. También hay políticos ateos que procuran desterrar a Dios de la sociedad. Incluso no han faltado ateos especulativos que han inventado hipótesis y sistemas ideológicos, para explicar el mundo y todas las cosas sin Dios, y así relegar a Dios a la categoría de mito; pretensión inútil, pues nada han conseguido.
El ateo afirma que Dios no existe, pero no tiene pruebas para demostrar que Dios no existe, porque no las hay. El ateísmo es, pues, una profesión de fe en la inexistencia de Dios. El ateo no tiene razones para justificar su posición.
Francisco González de Posada, Rector de la Universidad de Santander y Catedrático de Física, ha dicho: «La ciencia de hoy no le da al ateo ningún dato que le confirme en su ateísmo».
«No hay más que dos clases de personas a las que se pueden llamar razonables: aquellos que sirven a Dios con todo su corazón, porque lo conocen, o aquellos que buscan a Dios con todo su corazón, porque no lo conocen» (Pascal).
«Yo quisiera poder ver un hombre sobrio, moderado, casto, equitativo… que negase la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Ése, al menos, hablaría sin interés, pero un hombre así no se encuentra» (La Bruyère).
«Nadie niega a Dios, sino quien tiene interés en que Dios no exista» (San Agustín).

En círculos periodísticos no está bien visto hablar de aborto. Vamos, que este artículo provocará un sentir general parecido a este. «Ya está Hispanidad dando el coñazo con el aborto». Muy cierto, llevamos 23 años dando la palmada en defensa de la persona más inocente indefensa, 23 años insistiendo en el mayor drama de nuestros días, el desprecio por la vida humana y la cobardía de atentar contra el ser humano más inocente y más indefenso: el concebido y no nacido. Y vamos a seguir haciéndolo. (HISPANIDAD)
* La vida temporal, aquí en la tierra, tiene una proyección, un valor, de terna felicidad en el Cielo.
Esta palabra, “de sentido hondamente catalán” al decir de Menéndez y Pelayo, no sólo se pronuncia en castellano sino que surge de una escuela en la que culmina la castellanización literaria de Cataluña. “Nació entonces en nuestro suelo -nota de Rubió i Lluch- por vez primera desde los días de Boscán, una escuela literaria castellana, que presentó un carácter inconfundible, que la diferenciaba totalmente de las demás regiones españolas. Mas de esta escuela que parecía iba a ser la negación de nuestra propia personalidad, y que iba a realizar la obra de asimilación literaria, que tres siglos no habían podido conseguir, surgió cabalmente nuestro actual Renacimiento, que en rigor no fue más que su continuación lógica”.