«Pero sé que ha sufrido como el que más, que ha bebido hasta los bordes la copa de hiel del dolor humano, de la incomprensión humana, del acoso humano, del desamparo humano, de la crueldad humana».
Obispo José Guerra Campos (23)
No necesitáis que os describa los tormentos a que se somete el Señor. Acaban de clavar sus manos y sus pies. Acaban de levantarle en el madero a la vergüenza del mundo, tras una jornada inacabable de padecimientos. Todos os hacéis una idea del dolor de Jesús, y sería casi una profanación el intento de consumir nuestros minutos en la descripción literaria de este espectáculo lastimoso. ¿Es Cristo el que más ha sufrido entre los hombres a lo largo de la historia? En cuanto al sufrimiento moral, sin duda. En cuanto al sufrimiento físico, no lo sé. Pero sé que ha sufrido como el que más, que ha bebido hasta los bordes la copa de hiel del dolor humano, de la incomprensión humana, del acoso humano, del desamparo humano, de la crueldad humana.
* ¡Señor te adoro por los que no te adoran! ¡Jesús te amo por los que no te aman!
* Tal y como está el mundo no podemos hacer nada. ¡Sí, podemos si nos ponemos a rezar mucho.
* «Llega la Revolución Francesa e inventan la manera de robar con los impuestos y con el fisco» (P. Alba).
* La Revolución Francesa introdujo la libertad de los instintos pecaminosos y el asesinato de niños inocentes.
* El doctor Julen Ronalt, afirmó que la mayor parte de los jóvenes no son sinceros. El cacareado «soy sincero» lo desmiente sus continuas mentiras.
* El Concilio Vaticano II nos ha dado la constitución dogmática sobre la Iglesia y el tratado de la Virgen María como Madre de la Iglesia y la constitución dogmática sobre la Divina Revelación. Estudiemos.
Martirio del obispo de Tarragona, San Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Elogio.
Recapitulada por el P. Cano
– EL EDICTO DE MILÁN
Diocleciano (284-305) se propuso dar al Imperio un esplendor extraordinario reorganizándolo políticamente. Se asoció como Augusto a Maximiano en la parte occidental del Imperio y él se quedó en Oriente.
Durante la mayor parte del reinado de Diocleciano los cristianos vivieron en paz y adquirieron gran prestigio en la sociedad. Pero, inesperadamente, se inició la persecución el año 303, promovida por el césar Galerio, que veía en el Cristianismo el mayor obstáculo para sus planes de reconstrucción del Imperio.
El año 305 abdicaron Diocleciano y Maximiano. Disminuyó mucho la persecución en occidente. En Oriente siguió la persecución con bastante intensidad, bajo la dirección de Maximino Daya.
Al hacerse el Emperador Constantino único dueño de todo el Imperio (313) publicó el edicto de Milán, que significó la paz para la Iglesia y el triunfo del Cristianismo. En Oriente siguieron las persecuciones durante algún tiempo.
– LAS PERSECUCIONES EN ESPAÑA
La primera persecución de los romanos contra los cristianos españoles, de la que tenemos conocimiento histórico, es la del Emperador Decio (249-251). El único mártir español que conocemos de esta persecución es Félix de Zaragoza.
De la persecución de Valeriano (253-260), conservamos las actas de martirio del obispo de Tarragona, San Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Elogio.
La persecución que más víctimas produjo en España fue la de Diocleciano (284-305). En Calahorra sufrieron el martirio los soldados Emeterio y Celedonio; y en León, el centurión Marcelo.
El año 303 se intensificó la persecución, que produjo muchos mártires en Zaragoza, ensalzados por el poeta Prudencio. También murieron mártires en esta persecución San Vicente, diácono, y las santas adolescentes Eulalia de Barcelona y Eulalia de Mérida.
– PERSECUCIONES IDEOLÓGICAS
Además de las persecuciones sangrientas, la Iglesia sufrió la persecución ideológica. Los ataques en forma de escritos contra el cristianismo comienzan en tiempo de Marco Aurelio (161-180). Se distinguió en esta lucha Frontón, preceptor de Marco Aurelio. En sus escritos vierte toda clase de calumnias contra los cristianos: asesinatos de niños, bebida de su sangre, etc.
Luciano publicó el año 167 su opúsculo »De morte peregrini», en el que se burla de Cristo, a quien presenta como un soñador y estafador.
El más temible de los adversarios ideológicos del Cristianismo, en los primeros tiempos, fue Celso, que propugnaba que la religión romana era indispensable al Imperio. Así declaraba la guerra a muerte al Cristianismo, por ser una religión exclusivista y opuesta al Imperio Romano.
Desde fines del siglo II y durante todo el siglo III los grandes enemigos ideológicos del Cristianismo son las nuevas tendencias filosóficas, que pretenden reimplantar la filosofía y la religión paganas: son los neopitagóricos y neoplatónicos. De los primeros, sobresale Filóstrato, y entre los segundos, Porfirio, que escribió quince libros contra los cristianos. En su obra »Philosophia et oracula» intenta fundamentar una revelación pagana, superior a la revelación divina cristiana.
– APOLOGETAS CRISTIANOS
Contra esta persecución ideológica y filosófica la Iglesia se defendió por medio de los escritos apologéticos. Apologías de gran interés para nosotros, porque a la vez que rechazan las calumnias y errores que atribuyen los enemigos al Cristianismo, nos presentan hermosas descripciones de la primitiva vida cristiana. Muchas de estas apologías van dirigidas a los Emperadores, pero a quien se dirigen de hecho es al gran público del mundo pagano.
El apologeta más antiguo que conocemos es Cuadrato; escribió una apología contra Adriano. Arístides dirigió su apología contra Antonino Pío. Es famosa en este tiempo la Epístola a Diógenes, de autor desconocido.
El más grande de los apologistas del siglo II es San Justino. Magnífico filósofo que reflexiona sobre la semejanza entre la filosofía pagana y la cristiana. Como pruebas especiales de la verdad del Cristianismo presenta la profecía y el milagro, sobre todo los milagros de Cristo; también la moral cristiana, en la teoría y en la práctica. Asimismo, rebate todas las calumnias y falsa acusaciones contra el Cristianismo. Se conservan sus obras: Dos apologías y Diálogos con Trifón.
Otros grandes apologetas fueron Taciano y Atenágoras, discípulos de San Justino. San Teófilo, único apologista obispo. Minucio Félix, primer apologista que escribe en latín. Cierra este periodo Tertuliano, apologista que se defiende atacando. En toda su argumentación es sumamente fogoso y apasionado en su elocuencia.