Martirio del obispo de Tarragona, San Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Elogio.

Recapitulada por el P. Cano

– EL EDICTO DE MILÁN

Diocleciano (284-305) se propuso dar al Imperio un esplendor extraordinario reorganizándolo políticamente. Se asoció como Augusto a Maximiano en la parte occidental del Imperio y él se quedó en Oriente.

Durante la mayor parte del reinado de Diocleciano los cristianos vivieron en paz y adquirieron gran prestigio en la sociedad. Pero, inesperadamente, se inició la persecución el año 303, promovida por el césar Galerio, que veía en el Cristianismo el mayor obstáculo para sus planes de reconstrucción del Imperio.

El año 305 abdicaron Diocleciano y Maximiano. Disminuyó mucho la persecución en occidente. En Oriente siguió la persecución con bastante intensidad, bajo la dirección de Maximino Daya.

Al hacerse el Emperador Constantino único dueño de todo el Imperio (313) publicó el edicto de Milán, que significó la paz para la Iglesia y el triunfo del Cristianismo. En Oriente siguieron las persecuciones durante algún tiempo.

– LAS PERSECUCIONES EN ESPAÑA

La primera persecución de los romanos contra los cristianos españoles, de la que tenemos conocimiento histórico, es la del Emperador Decio (249-251). El único mártir español que conocemos de esta persecución es Félix de Zaragoza.

De la persecución de Valeriano (253-260), conservamos las actas de martirio del obispo de Tarragona, San Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Elogio.

La persecución que más víctimas produjo en España fue la de Diocleciano (284-305). En Calahorra sufrieron el martirio los soldados Emeterio y Celedonio; y en León, el centurión Marcelo.

El año 303 se intensificó la persecución, que produjo muchos mártires en Zaragoza, ensalzados por el poeta Prudencio. También murieron mártires en esta persecución San Vicente, diácono, y las santas adolescentes Eulalia de Barcelona y Eulalia de Mérida.

– PERSECUCIONES IDEOLÓGICAS

Además de las persecuciones sangrientas, la Iglesia sufrió la persecución ideológica. Los ataques en forma de escritos contra el cristianismo comienzan en tiempo de Marco Aurelio (161-180). Se distinguió en esta lucha Frontón, preceptor de Marco Aurelio. En sus escritos vierte toda clase de calumnias contra los cristianos: asesinatos de niños, bebida de su sangre, etc.

Luciano publicó el año 167 su opúsculo »De morte peregrini», en el que se burla de Cristo, a quien presenta como un soñador y estafador.

El más temible de los adversarios ideológicos del Cristianismo, en los primeros tiempos, fue Celso, que propugnaba que la religión romana era indispensable al Imperio. Así declaraba la guerra a muerte al Cristianismo, por ser una religión exclusivista y opuesta al Imperio Romano.

Desde fines del siglo II y durante todo el siglo III los grandes enemigos ideológicos del Cristianismo son las nuevas tendencias filosóficas, que pretenden reimplantar la filosofía y la religión paganas: son los neopitagóricos y neoplatónicos. De los primeros, sobresale Filóstrato, y entre los segundos, Porfirio, que escribió quince libros contra los cristianos. En su obra »Philosophia et oracula» intenta fundamentar una revelación pagana, superior a la revelación divina cristiana.

– APOLOGETAS CRISTIANOS

Contra esta persecución ideológica y filosófica la Iglesia se defendió por medio de los escritos apologéticos. Apologías de gran interés para nosotros, porque a la vez que rechazan las calumnias y errores que atribuyen los enemigos al Cristianismo, nos presentan hermosas descripciones de la primitiva vida cristiana. Muchas de estas apologías van dirigidas a los Emperadores, pero a quien se dirigen de hecho es al gran público del mundo pagano.

El apologeta más antiguo que conocemos es Cuadrato; escribió una apología contra Adriano. Arístides dirigió su apología contra Antonino Pío. Es famosa en este tiempo la Epístola a Diógenes, de autor desconocido.

El más grande de los apologistas del siglo II es San Justino. Magnífico filósofo que reflexiona sobre la semejanza entre la filosofía pagana y la cristiana. Como pruebas especiales de la verdad del Cristianismo presenta la profecía y el milagro, sobre todo los milagros de Cristo; también la moral cristiana, en la teoría y en la práctica. Asimismo, rebate todas las calumnias y falsa acusaciones contra el Cristianismo. Se conservan sus obras: Dos apologías y Diálogos con Trifón.

Otros grandes apologetas fueron Taciano y Atenágoras, discípulos de San Justino. San Teófilo, único apologista obispo. Minucio Félix, primer apologista que escribe en latín. Cierra este periodo Tertuliano, apologista que se defiende atacando. En toda su argumentación es sumamente fogoso y apasionado en su elocuencia.