mariaIldefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

Sentimientos y deseos. -Para hacer más prácticas estas meditaciones deja caridad, detengámonos en aquellos puntos en los que más solemos faltar a la misma. -Y, ante todo, consideremos y examinemos nuestros afectos y sentimientos interiores… es muy fácil faltar en éstos, primeramente fomentando en nuestro corazón afectos de murmuración y envidia para con los demás… -¡Qué sutil es esta tentación!… se alaba al prójimo por una cosa que ha hecho bien…, quizá mejor que nosotros…; oímos palabras que enaltecen su simpatía…, su gracia…, su talento…, su belleza…, su habilidad, etc., y brota espontáneamente el sentimiento de emulación en nosotros mismos…; no quisiéramos que fuera así…, que nadie nos llevara la delantera…, que fuéramos los primeros en todo… ¡Qué humano es todo esto… pero qué miserable!

La Santísima Virgen ha sido ya hecha Madre de Dios…, oye que Dios ha concedido a su prima un hijo… y ocultando su concepción milagrosa, corre a casa de su prima: a felicitarla…, a congratularse con ella… y cuando se ve descubierta por Santa Isabel, que, inspirada del Espíritu Santo prorrumpe en alabanzas de Ma­ría, levanta ésta el corazón a Dios y a Él dirige, con su Magnificat, toda alabanza y toda gloria. -Esa debe, de ser nuestra conducta si vemos en el prójimo más bienes temporales o espirituales…, que es más estimado y honrado…, que es preferido a nosotros… que tiene más talento y mas habilidades…, etc. -No nos entristezcamos ni tengamos envidia de lo suyo…; corramos, como la Virgen, a felicitarle…, seamos los primeros en gozarnos sinceramente con él… y alabemos a Dios por los bienes que ha derramado sobre esa persona.

Igualmente hemos de ahogar todo sentimiento de odio…, de rencor…, de venganza, contra nuestro prójimo. -Si nos ofenden en algo, hemos de ser generosos en el perdón…, no perdonando a medias…, sino muy de veras y muy de corazón. -No admitas esas expresiones de que «perdonas pero no olvidas»…, «que no guardas rencor, pero que no quieres nada con él»…; «que no pretendes vengarte, pero te alegras de su mal»…; todo eso indica muy poca caridad…, muy poco espíritu de Cristo. -Él perdonó y hasta amó a sus enemigos…, disculpó a sus verdugos…, intercedió ante su Padre para que los perdonara. -María, al pie de la Cruz, tampoco se revuelve furiosa…, ni insulta…, ni dirige palabras de desahogo contra aquellos desgraciados que destrozan a su Hijo…; los mira con lástima….., con pena… y también pide, como venganza, la conversión de ellos.

Cristo quiere que amemos a los enemigos…, a los que nos ofenden…, a los que nos desagradan. -Este es el amor sobrenatural propio de los cristianos. -Amar a quien nos ama…, querer a quien nos honra y nos estima…, tratar con cariño a quien nos resulta grato y atractivo por sus simpatías…, todo eso también lo hacen los paganos…, para eso no hace falta virtud. -Pide, pues, a la Virgen este amor de verdadera caridad, para con el prójimo, sufriendo sus defectos… y llevando con paciencia lo que en él te desagrade.

2º Juicios.-Ésta es otra forma muy corriente de faltar a la caridad…, el dichoso juicio temerario, que por malicia nuestra… o por no pasar por tontos y ser engañados del prójimo, tan fácilmente hacemos de él… Expresamente nos lo tiene prohibido Dios cuando nos dice: «no juzguéis y no seréis juzgados»… y San Pablo, añade: «¿quién eres tú para juzgar a nadie?»… Si cae o si está en pie, ¿a ti que te importa?, eso pertenece a su amo, o sea, a Dios.

Él juicio temerario, es una ofensa contra el prójimo, pues le juzgamos sin razón verdadera…, sin fundamento cierto; y es una ofensa directa contra Dios, pues queremos usurparle su oficio de juez de vivos y muertos. -Él nos juzgará a todos un día, y entonces aparecerá claramente lo que cada uno ha sido delante de Dios, y si somos dignos de alabanza o de vituperio en su presencia. -Piensa que lo difícil es saber juzgar con rectitud…, de suerte que esto sería una gran preocupación, si Dios nos hubiera mandado juzgarnos unos a otros…; es tan fácil engañar y engañarse…, dejarse llevar de las apariencias…, de las simpatías o antipatías… Pero si Dios nos manda lo fácil, que es no meternos a juzgar, y se reserva Él lo difícil, ¿por qué somos tan necios que nos empeñamos en lo contrario?

En fin, ya que nos metemos a juzgar, ¿por qué no lo hacemos con rectitud y con caridad?… ¿Por qué, al juzgar, no llevamos la prevención de echarlo todo a buena parte, en vez de ver en todo malicia?… ¿Por qué no nos ponemos nosotros en lugar del prójimo y nos juzgamos entonces?… ¡Ah, qué diferencia de juicios! -¡Qué medida tenemos para nosotros y qué medida para los demás!… Lo nuestro lo disculpamos…, lo explicamos…, pero Jo de los demás no admite atenuantes…, sino más bien juzgamos rigurosamente. -Pues bien, repite muchas veces: «Con la medida que midiereis, seréis medidos». -¿Qué te parece que haría la Santísima Virgen?… ¿Cuál sería su medida?… ¿Cómo juzgó a San Pedro…, a los Apóstoles, cobardes, incrédulos, etc.? -Suplícala te dé esas entrañas de caridad, para que así, con esa medida, midas ahora y seas medido algún día.

Palabras. -«Él que no peca en palabras, dice Santiago, es varón perfecto»… Por eso hay tan pocos perfectos. -¡Cuántos pecados de lengua! -San Francisco de Sales, quena ir con un carbón encendido purificando la lengua de los hombres, porque, ¡qué pocos habrá que no necesiten esa purificación! -Piensa en las conversaciones y visiteos, donde tanto se falta a la caridad… Parece imposible sostener una conversación si no es cebándose en el prójimo. -San Bernardo, dice que la murmuración es «una lanza de tres puntas, porque hiere a la persona de quien se murmura quitándola su fama… hiere al que murmura haciéndole pecar…, hiere al que escucha escandalizándole y haciéndole caer en el mismo pecado».

No olvides que la murmuración es un pecado de suyo más grave que el hurto, pues si éste roba los bienes temporales, la otra roba la fama, que vale mucho más. -No se habla aquí de la calumnia, porque eso no es pecado contra la caridad, sino contra la justicia…, por eso obliga a la restitución, sino de las críticas…, censuras…, murmuraciones…, etc. -¡Cuánto se critica y murmura de los superiores…, hasta de las autoridades eclesiásticas…, de los iguales e inferiores!…, es necesario hacer propósito de no hablar de nadie…, ni de escuchar con gusto conversaciones de esta clase…

Cuando en tu presenciase murmure, corta la conversación si puedes…, huye de allí si te es fácil hábilmente desvía la conversación…, siempre demuestra desagrado para que no vuelvan ante ti a murmurar. -Detente a recordar la visita de la Santísima Virgen a su prima… Escucha su conversación… Medita, sus palabras… ¡Qué modelo de visitas!… ¡Qué ejemplo de conversaciones!… Y ¿no sería así siempre?… ¿Concibes a la Virgen metida en chismes de vecindad…, hablando de todo el mundo?… Pues, ¿por qué no la imitas? ¿Por qué no la pides que te ayude a ser como Ella en asunto tan hermoso y tan necesario como éste de la caridad con el prójimo?