Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 192, febrero de 1995
Para acercarse al lago Tiberiades hay que hacerlo al atardecer, cuando muere el bullicio de los hombres, o de madrugada cuando el sol desde las alturas de Golán, deja caer sus rayos sobre las aguas azules en forma de arpa, y los hombres no han despertado de su sueño.
Tiberiades, la populosa ciudad actual, los restos de Magdalena, la patria de Pedro, Cafarnaún, no pueden distraeros de la atención primera de buscar con la memoria piadosa que nos traslada al presente la figura de nuestro Señor. Sus palabras resuenan escondidas en lo profundo del alma. Sus enseñanzas resonaron en estas riberas y su caridad infinita traducida en milagros, llenaron éstas colinas que descienden pausadas hasta fundirse con las aguas.
El agua en la soledad quiere besar la tierra. Aquí habló el Señor de las Bienaventuranzas, de la Sagrada Eucaristía. Aquí multiplicó los panes y los peces. Aquí eligió a los Apóstoles. Aquí habló de perdón y en el amor le hizo fundamento de la Iglesia, la asamblea de la caridad.
Meditar las Bienaventuranzas es estar ahora con el Señor Jesús. ¡Quién pudiera hacer Ejercicios Espirituales en aquella pequeña Casa de Ejercicios junto a la confesión de Pedro! Ejercicios Espirituales de las Bienaventuranzas.
El Dios hecho Hombre que se manifiesta máximo en lo mínimo de lo humano, pisó estos caminos, oyó los gorjeos de estos pájaros que anidan en los árboles seculares, y me enseña a vivir como Él escogió para redimir: sencillez, pobreza, abandono en las manos de Dios Providente, compasión por los hombres, hambre y sed de su Reino.
La Unión Seglar es muy amada del Corazón de Jesús por sus noches eucarísticas. Noches bellas del Señor en estos parajes santos, alrededores de Cafarnaún. Noches santas de nuestras iglesias, donde 150 adoradores planean en el Señor la conquista del mundo para la Virgen Nuestra Señora.