¡Padre, Yo te he glorificado en la Tierra donde he cumplido la obra que me has confiado!
24. – ACCIONES ÚTILES
¿Cuáles han sido los dos grandes deseos del Corazón de Jesús? La gloria del Padre y la salvación de las almas. Por la gloria del Padre, Jesús, con doce años, se encuentra con los doctores del templo; por su gloria recorre toda Palestina, bendiciendo y curando, y cuando llega la hora del suplicio, alza los ojos al Cielo y reza: «Padre, yo te he glorificado en la Tierra donde he cumplido la obra que me has confiado. Padre, yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me has dado. Santifícalos en la verdad. Con estas pocas palabras, Jesús explica su gran misión: Darle mayor gloria al eterno Padre y salvar las almas perdidas.»
Proponte ofrecer cada día al Señor tus acciones y hacerlas con el único fin de darle gloria, de agradarle.
En el día de tu santo quiero hacerte muestra de mi agradecimiento con estos modestos obsequios:
Un juego de escritorio para que te ayude en el apostolado escrito, un abrecartas para que, contestándolas, lleguen a todos palabras tuyas que les den consuelo y alegría, y finalmente una caja de cigarrillos para que te ayuden en la distensión del ánimo en los momentos de descanso.
Lo que ahora quiero decir ya no me cabía en esta pequeña estampa de San Antonio que me habéis proporcionado.
He visto en estos días lo absorbentes que son las faenas del Colegio y cómo habéis querido dejarlas de lado y sacrificar vuestro tiempo para cuidar a este pobre viejo; tanto aquí en Barcelona, como allí, en Madrid.
Y quiero decirte ahora algo importante por lo que te hiciste en alguna manera célebre durante tus años de estancia en aquellos pueblos de La Peraleja, Bonilla y Villanueva de Guadamejud. Llevaban mucho tiempo diciéndome mis sacerdotes que no conseguían nada con los jóvenes; porque habéis de saber que el apostolado con jóvenes en los pueblos es mucho más difícil que en la ciudad. Todos se conocen y no pueden formar su mundo aparte con gente que piense como ellos como hacen en la ciudad. Como iba diciendo, se quejaban y querían nuevos medios de pastoral para atraerlos. Yo les contestaba con aquella frase de Unamuno: «Inventad». Sois vosotros los que estáis trabajando el campo.
Pero llegaste tú y, de repente, los jóvenes del pueblo se volcaron del todo por la parroquia, incluso con la restauración de ermitas, la hombrada de construir los pasos de la vida oculta de Jesús: la Encarnación, la Presentación… en medio del monte, con fondo marmóreo…
¿Qué pasa?, ¿cómo es que el recién llegado consigue fruto?, ¿qué haces?, te pregunté.
-Les digo que hagan compañía a Jesús que está solo en el sagrario- me dijiste. Así, sin más rodeos, directamente, con la Adoración Nocturna.
No sé si todo aquello todavía sigue, pero lo cierto es que fueron unos años de florecimiento espiritual en la comarca de Huete.
Ya no me volvieron a pedir nuevos métodos de pastoral moderna, nadie se volvió a quejar; ahí tenéis el ejemplo.
Gracias, porque enseñaste al pueblo y nos edificaste a nosotros, los sacerdotes. Gracias.
Quiero decirle Señor Obispo, que lo que hemos hecho por usted es lo mínimo que podíamos hacer, porque Vd. ha sido para nosotros un padre.
Por todo lo que ha hecho por nosotros. Por ordenarnos a mí y al padre Cano; por dejarnos marchar de La Peraleja cuando aquí surgió una dificultad… y no sólo por eso, sino también por todo lo que hizo en defensa de la Hermandad Sacerdotal.
Pero es que, además, tenemos otro motivo. Cuando estábamos en Madrid, un día que fui a comprar fruta, al volver me dijo su prima: Ustedes quieren mucho a D. José; por favor: si a mí me pasase algo, no le dejen solo.
* El católico que vive su fe no tiene miedo al infierno.
* Sólo un Estado totalitario impone la pena de muerte del inocente ¡Aborto!
* La eternidad del Cielo es un perfecto amar para los que aman a Dios en la tierra.
* La madre tierra es un cuento astrológico. Nuestra Madre es la Santísima Virgen María.
* «Así como no puede haber acción más excelente que la consagración del Cuerpo de Cristo, así no puede haber orden más alto que el sacerdocio» (Cardenal Manning).
* Los pueblos de España se alegran de una imagen de la Virgen, en la parroquia y la ermita. Hagamos un altar a la Virgen Santísima en nuestros corazones. Es el que más le gusta.
* Científicos de esta tierra consideran que la anticoncepción es un medio aceptable para controlar la población mundial. Los abortistas dice lo mismo con el crimen abominable del aborto.
La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11). Ve en ella una confirmación de la bondad del Matrimonio y el anuncio de que en adelante el Matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.
En su predicación, Jesús enseñó claramente el sentido original de la unión del hombre y la mujer. Tal como el creador la quiso al comienzo: una mujer con un hombre para siempre.
Jesús afirmó que la autorización dada a Moisés de que el hombre pudiera repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (Mt 19, 8). Porque la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble, como Dios mismo la estableció: »Lo que Dios unió que no lo separe el hombre» (Mt 19, 6).
Jesús viene para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado. El Señor da la fuerza y la gracia del sacramento para vivir el Matrimonio santamente.
Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí las cruces, los esposos podrán comprender el sentido del Matrimonio cristiano y vivirlo santamente con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.
El sacramento del Matrimonio produce por sí mismo el aumento de gracia santificante, ordenada especialmente al fin de este sacramento que es santificar a los esposos y darles las fuerzas sobrenaturales necesarias para cumplir con los deberes de su estado.
Junto con la gracia santificante se les concede a los contrayentes las gracias actuales para cumplir convenientemente los fines del Matrimonio.
ELEMENTO MATERIAL Y FÓRMULA RITUAL DEL MATRIMONIO
El elemento material remoto del sacramento del Matrimonio son los cuerpos de los contrayentes, en cuanto aptos para la generación de los hijos.
El elemento material próxima es la mutua entrega de los cuerpos manifestada por las palabras en la celebración litúrgica del Matrimonio.
La fórmula ritual es la mutua aceptación de los cuerpos que se dan los contrayentes manifestada por las palabras en la celebración litúrgica del Matrimonio.
»El legítimo contrato es, a la vez, la materia y la forma del sacramento del Matrimonio, a saber: la mutua y legítima entrega de los cuerpos con las palabras y signos que expresan el sentido interior del ánimo, constituye la materia, y la mutua y legítima aceptación de los cuerpos constituye la forma» (Benedicto XIV).
MINISTRO Y SUJETO DEL MATRIMONIO
Los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos contrayentes (los novios). Cada uno de ellos administra el sacramento al otro, al aceptar su ofrecimiento.
El sacerdote que, como representante de la Iglesia, santifica el consentimiento mutuo de los contrayentes y bendice el Matrimonio, es sólo testigo del contrato matrimonial.
Sujeto del Matrimonio es toda persona bautizada que no tenga impedimentos que hagan inválido el Matrimonio.
Algunos impedimentos para contraer matrimonio son: edad inferior a los 16 años en los varones y 14 cumplidos en las mujeres; el parentesco de consanguinidad hasta cierto punto; la incapacidad física para la necesaria unión conyugal.
Para la recepción lícita y fructuosa del sacramento del Matrimonio se requiere que los contrayentes estén en gracia de Dios y observen las leyes y ceremonias determinadas por la Iglesia.
Los bautizados que contraen Matrimonio en pecado mortal cometen un sacrilegio y no reciben la gracia sacramental. Quedan válidamente casados si tenían verdadera intención de contraer Matrimonio.
»Los católicos aún no confirmados deben recibir el sacramento de la Confirmación antes de ser admitidos al Matrimonio; se recomienda encarecidamente que los contrayentes acudan a los sacramentos de la Penitencia y de la Sagrada Eucaristía» (Canon 1065).