Fachada principal del Hospital de los Reyes Católicos – Santiago de Compostela

JEAN DUMONT, Historiador francés

ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA

LA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA (XVIII)

Una imagen significativa (2)

La iniciativa de esta construcción impresionante se remonta, otra vez, a Isabel la Católica. Desde 1503 ésta prescribió al gobernador Ovando que “estableciera en las poblaciones donde juzgase más necesario casas de hospitales donde serían atendidos y curados los pobres, tanto indios como cristianos”. Y si esta construcción fue amplia y magnífica es debido, contrariamente a los clichés extendidos respecto a la abominación de los primeros cristianos llegados a América, a que fue financiada por los donativos generosos de los habitantes de la ciudad, de su municipio, y en gran medida por el isabelino Ovando, otro laico, de su propio patrimonio. Ovando erigió dos hospitales-hospicios más, para indios y para cristianos, en la misma isla; los de Buenaventura y la antigua Concepción de la Vega. Estos hospitales-hospicios ¿no son acaso una acción tan buena como pasajera, muy rápidamente dejada de lado? En absoluto. En 1509, Fernando el Católico (Isabel murió en 1504) prescribió al gobernador Diego Colón, sucesor de Ovando, que los mantuviese con cuidado y los aumentase. Y desde que los conquistadores se instalaron en el continente americano propiamente dicho, en Darién (Panamá) construyeron un hospital-hospicio parecido (1513). Prototipo de innumerables hospitales que cubrirán la América hispana, particularmente hospitales para indios, por iniciativa, entre otras, de una orden hospitalaria propiamente americana, la orden de los Betlemitas, animada también por conquistadores y altos funcionarios, y apoyadas también por la financiación de los colonos.

Así, desde 1500, las primeras grandes construcciones europeas comenzadas en América fueron en Santo Domingo, no las de opresión, sino los monumentos de la caridad, del amor cristiano, seguidos de muchos otros testimonios inolvidables y modelos todavía para hoy. Como la evangelización de América, modelo, en suma, de la “nueva evangelización”, a la que San Juan Pablo II nos llama a todos, por el compromiso efectivo, infatigable, generoso, igual que entonces, de laicos y religiosos de todos los niveles, hechos verdaderamente apóstoles.