Padre Manuel Martínez Cano, mCR
Los democratistas dogmatistas no se cansan de decirnos que los católicos somos esclavos de unos dogmas irracionales. Los únicos libres de este mundo son ellos, que han descubierto que no hay Dios, que ellos son dioses. Son perversos.
Creer y vivir la fe cristiana es equivalente a vivir la plena libertad de los hijos de Dios: “El Señor es el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor, está la libertad” (2 Cor. 3,17); “Para que gocemos de libertad, Cristo nos ha hecho libres… Vosotros hermanos habéis sido llamados a la libertad” (Gal. 5,1.13). “Caminad según el Espíritu y no realicéis las obras de la carne” (Gal. 5,18).
San Pablo dice que las obras de la carne son: “fornicación, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, rivalidades, borracheras, orgias y cosas por el estilo. Y os propongo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el Reino de Dios”. Estas libertades de perdición, conducen a las almas al infierno, donde sufren atroces tormentos por toda la eternidad.
No os engañéis, nadie es más libre que el que vive su fe católica. Los que pretendéis emanciparos de Dios, termináis esclavos de los poderosos del dinero. Y bajo la tiranía de los instintos depravados que el diablo aprovecha para corromperos. Para salir del túnel, en que os habéis metido, solo hay una salida: Dios, vivir como hijos de Dios.
San Pablo nos recuerda que el fruto del Espíritu es: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí”. Nadie es más feliz que el católico que vive su fe. Ni más firme y seguro en el cumplimiento de sus obligaciones.
San Pablo advierte a los romanos que necesariamente somos “servidores”: o “del pecado para muerte”, o de Dios para la vida perfecta. El cristiano que elige amar al prójimo, se ata a las exigencias de ese amor; el tentado por el demonio, que elige el odio al prójimo se ata al odio y se priva de la influencia liberadora del amor. Sólo Dios, que es Amor infinito y eterno, obra sin una referencia superior. Sólo las decisiones fundamentados en la verdad y el amor, son auténticamente humanas, libres.
Como la Niña Hermosa de Nazaret, siempre esclavos del Señor. Siempre libres, amando a Dios y al prójimo.