Dios quiere la salvación de todas las almas.

Recapitulada por el P. Cano

– LA PREDESTINACIÓN

En el siglo IX el monje Gotschalk inició una nueva controversia: la predestinación. Afirmaba que el predestinado a la felicidad eterna necesariamente se salva y el predestinado a la condenación se ve obligado a pecar.

Combatió esta doctrina Rabano Mauro, arzobispo de Maguncia, escribiendo un tratado sobre la predestinación. Gotschalk escribió otro tratado en contra de Rabano.

El concilio de Toucy (860) determinó la doctrina católica sobre la predestinación única, la libertad humana y la voluntad salvífica universal de Dios: Dios quiere la salvación de todas las almas.

Gotschalk no quiso aceptar las decisiones del concilio y murió sin reconciliarse con la Iglesia.

– DISPUTAS EUCARISTICAS

Hasta el siglo IX no se había cuestionado sustancialmente al sacramento de la Eucaristía. Por esta razón, no existía una terminología exacta.

El año 831 Pascasio Ralberto enseñaba que: “La Eucaristía no está sujeta a la corrupción, como otros manjares”. Contra esta doctrina, escribió Rabano Mauro en el año 853. Estos polemistas engendraron más confusión en torno a la terminología eucarística.

Juan Escoto Eriúgena llegó a defender que en la Eucaristía no había más que una figura de Cristo.

Berengario de Tours (1046) enseñaba que en la Eucaristía no estaba el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, sino sólo una figura e imagen. Esta doctrina fue condenada por el Papa León IX (1050). Berengario se obstinó en su error. Murió en la isla de San Cosma el año 1089, arrepentido de sus errores.

– EL FILIOQUE

En Occidente se había enseñado siempre que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, como de un solo principio. Esta doctrina aparece expresada por primera vez con la palabra “filioque” en el III Concilio de Toledo, (589).

Durante los siglos VII y VIII el “filioque” se fue extendiendo por Francia, Inglaterra e Italia, de modo que ya el año 767 llamó la atención de los griegos. Enfadados los orientales por otras causas, aprovecharon la cuestión del “filioque” para iniciar un nuevo ataque contra los occidentales.

Los griegos afirmaban que el Espíritu Santo procedía sólo del Padre y que, por tanto, la doctrina del “filioque” era nueva y herética.

La lucha se fue intensificando cada vez más y, de tal manera, que en Jerusalén los monjes orientales llegaron a las manos contra los monjes franceses.

El Papa León III convocó el concilio de Aquisgrán el año 809 para resolver el problema. El concilio determinó la inclusión del “filioque” en el Credo.

– LOS ICONOCLASTAS

Desde el edicto de Milán se había desarrollado mucho el culto de las imágenes sagradas. En el siglo VIII el Emperador León Isáurico publicó un edicto general prohibiendo el culto de las imágenes.

Se enfrentó al Emperador el Patriarca de Constantinopla y León Isáurico lo destituyó de su cargo. San Juan Damasceno rebatió con sus escritos todas las razones y calumnias de los enemigos de las imágenes.

Los Papas Gregorio II y III animaron valientemente a los defensores del culto de las imágenes.

León Isáurico promovió otra campaña mandando destruir toda clase de imágenes, maltratando a los que se le oponían. La persecución siguió hasta la muerte del Emperador, (741).

Su hijo y sucesor, Constantino V Coprónimo, intensificó la persecución; defendía también algunas ideas nestorianas. León IV, sucesor de Constantino Coprónimo, fue más tolerante con las imágenes.

El VII Concilio ecuménico de Nicea (24- IX-787) proclamó la licitud del culto a las imágenes, explicando la diferencia entre veneración y adoración.

Resurge la persecución contra las imágenes con León V, el Armenio (813-842). Se le enfrentó Nicéforo, Patriarca de Constantinopla, y el Emperador desterró al Patriarca. Después siguió la persecución más violenta contra las imágenes, las reliquias y sus defensores. Las imágenes que habían escapado de la destrucción en la primera persecución, fueron destrozadas en ésta.

Para resolver el problema, la Emperatriz Teodora hizo celebrar un concilio en Constantinopla (842), bajo la dirección del Patriarca Metodio. Poco a poco, fue llegando la pacificación; en conmemoración del feliz desenlace de este concilio se estableció la fiesta de la “ortodoxia”, con la que terminan las persecuciones iconoclastas en Oriente.