Reyes Católicos, Isabel y Fernando

JEAN DUMONT, Historiador francés

ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA

LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA: SOMBRAS, PERO TAMBIÉN LUCES (VI) 

Gran necesidad de una revisión completa

Gracias a Dios, la realidad auténtica de la Inquisición española se abre cada vez mejor a la luz con los más serios trabajos universitarios del norte de los Pirineos. Otra relación nuestra, esta vez de conferencias y debates, Bartolomé Bennassar, hace poco presidente de la universidad de Toulouse-Le Mirail, ha escrito, desde las primeras líneas de su Inquisición española de 1979: sobre esta inquisición «los estereotipos tienen una gran necesidad de revisión completa. Un análisis del vocabulario de la opinión acerca de la Inquisición española, llevado a cabo según los métodos cuantitativos modernos, tendría probablemente en las tasas de frecuencia más elevadas, los siguientes vocablos: “Torquemada, intolerancia, fanatismo, tortura, hoguera, etc. ¡La Inquisición española fue toda otra cosa!”.

Veamos, pues, uno tras otro, estos estereotipos y hagamos rápidamente, según permita la brevedad de una conferencia, su “revisión completa”. Hagamos aparecer, de golpe, esta “otra cosa” que fue la Inquisición española.

Para empezar, Torquemada no fue la bestia que nos presenta la “leyenda negra” de esta Inquisición, de la cual no fue, propiamente hablando, el fundador. Intervino en ella de modo normativo a partir de 1.483, cuando la fundación de la Inquisición española se remonta a 1.478, por la bula de fundación de Sixto IV Exigit sincerae devotionis. Y en 1480, después de un plazo de gracia de dos años, consagrado a una llamada pacífica a la conversión de los judaizantes, con el nombramiento de los primeros inquisidores, por los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, cumpliendo la bula referida. Torquemada no figura entre estos primeros inquisidores, otros dominicos relevantes que celebraron el primer auto de fe, en Sevilla, el 6 de febrero de 1481. Si, en efecto, Torquemada fue después inquisidor general y gran legislador de la Inquisición con sus cinco Instrucciones sucesivas, éstas fueron —según juicio del profesor Saldaña, vicepresidente de la Asociación Internacional de derecho penal—, un “monumento de ciencia penal y de humanidad”. De ello el lector sin prejuicios, se convencerá por él mismo leyendo estas Instrucciones, atentas a evitar, como decían, todo “odio, enemistad u otra corrupción”. Y, entre 1495 y 1497, será la “mano omnipotente” de Torquemada —como escribe el padre Azcona— quien dirigirá la “habilitación” general o rehabilitación o perdón a los condenados por la Inquisición, devolviéndoles plenamente sus derechos civiles y religiosos. Se benefició de ella el abuelo de Santa Teresa de Ávila, judaizante condenado por “graves crímenes de herejía”, como se había sentenciado.