JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA LEYENDA NEGRA (VIII)
Un traspaso freudiano
Segundo fruto: la ideología de Las Casas va a mezclarse, en las teologías de la liberación y el actual conformismo ideológico general, con otras dos ideologías a su vez anticatólicas: la ideología de Freud y la ideología de Marx. El gran historiador y profesor en Princeton, Américo Castro, no ha vacilado en decir claramente sus sentimientos a este respecto, en la Sorbona, en 1965, en los Mélanges la mémoire de Jean Sarrailh, hispanista que fue rector de la universidad de París.
La denuncia lascasiana es ella misma, apunta Castro, un traspaso psicoanalítico, freudiano. “Las Casas se automonumentaliza”, para encontrar, como ya lo había señalado Pérez de Tudela, prologuista de la reedición de sus obras, “la causa exagerada que pudiese encajar con su talla”. Al lanzar la afirmación de que “todo lo que es indígena. es admirable y respetable, y todo lo que es español es detestable”, “él se mete en la grandiosa aventura de darse a sí mismo una dimensión imperial”.
De ahí sus, de otro modo, inexplicables exageraciones cuantitativas de fechorías españolas, enormes y “falsas por todos los conceptos”, subraya Américo. De ahí también la complacencia realmente chocante que muestra con respecto al horror de los sacrificios humanos masivos y de los defectos de las sociedades indígenas. Para él, desde lo alto de los templos aztecas de México, bañados de sangre de decenas de millares de víctimas con el corazón arrancado, todo es “alegre y admirable” (Historia apologética, capítulo CXXX). El único objetivo de Las Casas es “luchar agresivamente contra los españoles a partir de la consistente base india”. Y Américo Castro constata lo que Marianne Mahn-Lot reconocerá veinte años más tarde, lo hemos visto: “El aspecto cristiano del problema se relega a un segundo plano. El problema indígena es para Las Casas sólo un medio, una base a partir de la cual se afronta con ventaja al adversario” social español (Las Casas era muy probablemente de origen judío converso).
El mismo complejo edipiano de odio con respecto al “padre” español, la misma autoacusación exagerando hasta el infinito los crímenes de la Conquista, el mismo resurgimiento arrebatado del inconsciente pre-crístico hasta en sus horrores, todas ellas características freudianas, van a desembocar, en las teologías de la liberación, sobre el recurso apasionado a la solución marxista. Que aportaría —se pensaba-— el remedio a lo que ésta llama la “alienación” sufrida por los pueblos del Sur y del Centro de América. Después de Las Casas, se activa a la vez, como lo escribe el liberacionista Dussel en francés, en Les Luttes de Libération, para “denunciar la injusticia de la encomienda y la opresión de la Conquista” y para “hacer sitio al indio como a un ser cultivado en su propia cultura”. Para llevar a buen término, por último, el sueño de un “gran partido político defensor de la libertad de los indios”. Porque “el de Las Casas fue en realidad un primer partido internacional y socialista”, según la opinión que cita con gusto Gustavo Gutiérrez en Materiales para una historia. Todo esto con la misma consecuencia que en Las Casas; el aspecto cristiano del problema es en realidad relegado al segundo plano. Pues Gutiérrez lo proclama en Hacia una Teología de la Liberación: “Aparece claro, hoy, que la finalidad de la Iglesia no es salvar, en el sentido de asegurar el Cielo”.