

23 Sábado Feb 2019
Posted Artículos - Contracorriente
in23 Sábado Feb 2019
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inAl hacernos al sacramento de la Penitencia obtenemos de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, nos reconciliamos con la Iglesia, a la que ofendimos con nuestros pecados.
Y de bautismo concede el perdón de los pecados, pero no suprime la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado, que permanecen en nosotros para probarnos en el combate de la vida cristiana. Esta lucha es la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor nos llama. Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del corazón arrepentido, atraído y movido por la gracia a responder al amor de Dios que nos ha amado primero. Toda nuestra vida ha de ser un retorno a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mar y de las malas acciones que hemos cometido, y un deseo decidido de cambiar de vida con la gracia y la esperanza de la Misericordia divina.
Durante su vida pública, Jesús perdonó los pecados, y manifestó el efecto del perdón: a los pecadores perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o excluido. Un signo manifiesto de ello es que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, Él mismo se sienta en su mesa, gesto que expresa, a la vez, el perdón de Dios y el retorno al seno del pueblo de Dios.
Por eso hemos de esforzarnos por confesar todos los pecados que recordemos, siempre. Si callamos conscientemente algunos pecados, no presentamos ante Dios nada que pueda ser perdonado, porque “si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga médico, la medicina no cura lo que ignora” (San Jerónimo), así que… ¡ánimo!
¿Cómo me confieso?
Antes de acercarme a confesar, es fundamental que hayas hecho un examen de conciencia completo, como pide la Iglesia: aunque vengas pensando en un pecado que has cometido, debes hacer una revisión íntegra, para que ese pecado no tape los demás y te impide a crecer. Para hacer examen de conciencia ponte en presencia de Dios, pide la luz del Espíritu Santo que ilumine tus pecados, y después de un tiempo de silencio, en el que te ayudará leer algún versículo de la Palabra de Dios, revisa tu vida desde la última confesión.
Una vez preparado, te acercas al confesor para comenzar la celebración. Puedes empezar: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, a lo que él responderá “Amén”. Después confiesa tus pecados, sin prisa; puedes comenzar por recordar cuánto tiempo hace de tu última confesión, para ayudar al sacerdote a hacerse una idea de tu situación. Es conveniente que no enumeres pecados en general, sino concretos qué te lleva a comentarlo, qué situaciones te hacen más débil… Y, cuando se trate de un pecado que cometes con frecuencia, qué medios has puesto para enfrentarte con él esta vez (¡a más reincidencia, más medios!). Cuando hayas terminado, escucha sus palabras, sus consejos, que pueden ayudarte a mejorar, acoge la penitencia que te proponga y guarda silencio en tu corazón: ya no es momento para hacer oraciones ni comentar nada, sino para escuchar y recibir la absolución: “Dios Padre misericordioso que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el misterio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, a lo que respondes: “Amén”.
Tus pecados han sido perdonados por la gracia de Dios: ahora cumple la penitencia, que te ayude a querer luchar cada día contra el pecado.
Con Dios:
¿Hablo con Él de mis cosas? ¿Le hablo y lo considero un buen Padre bueno que me ayuda? ¿Confío en Él? ¿Busco en las cosas que me pasan, buenas y malas, su mano que me cuida? ¿O me rebelo contra Él ante las dificultades, por falta de fe? ¿Reconozco lo que Dios me da y le doy gracias? ¿He abandonado el trato con Dios en la oración y los sacramentos? ¿Participo activamente en la Misa del domingo? ¿Por qué? ¿Me preocupo de conocerlo más mediante la lectura de la Palabra de Dios? ¿Pongo los medios (acompañamiento espiritual, grupos…) para ser mejor cristiano?
¿Me preocupo de anunciar el Evangelio a los demás? ¿Doy testimonio de Cristo con mi vida y mis palabras? ¿Participo en la vida de la Iglesia? ¿He admitido en serio alguna duda contra las verdades de la fe? ¿He llegado a negar la fe o algunas de sus verdades, de pensamiento o ante los demás? ¿Busco quién me ayude a resolver dudas? ¿He callado en la confesión, por vergüenza, algún pecado grave?
Tú mismo:
¿Analizo a menudo cómo soy y cómo voy? ¿Vivo comprometido para cambiar, pidiendo la ayuda necesaria? ¿Soy humilde para pedir ayuda? ¿Soy amable, sensible y alegre con los que me rodean? ¿He sido soberbio o egoísta? ¿Cuándo? ¿Me he dejado llevar por la ira? ¿En qué ocasiones? ¿He causado disgusto a otras personas? ¿He perdido los nervios? ¿Por qué? ¿He perdido perdón? ¿Me siento separado de alguien por riñas? ¿He dejado de hablarme con alguien y me niego a la reconciliación? ¿He sido causa de que otros pecasen? ¿He tratado de reparar el escándalo? ¿He procurado mantener mis pensamientos limpios y castos? ¿He tenido conversaciones impuras? ¿Por qué? ¿Cómo intento vencer esas tentaciones? ¿Me he dejado llevar tras los deseos de mi cuerpo exceso de bebida o alimento? ¿Qué personas ambientes o situaciones me han influido?
Tú familia:
¿Me pongo en el lugar de mi cónyuge, padres/hijos para comprenderlos cuando discutimos? ¿Les he entristecido con mi conducta? ¿Les pido perdón cuando no me comporto bien? ¿Recibo mal las indicaciones de mis padres simplemente porque me mandan? ¿Por qué? ¿Qué hago cuando llego a casa, lo necesario para todos o estoy en mis cosas? ¿Cumplo mis obligaciones? ¿Qué hace que no las cumpla? ¿Colaboro en mi familia para que haya paz, amor, buenas relaciones? ¿He dejado de ayudar en sus necesidades? ¿Apoyo ante un problema o divido? ¿Respeto a los mayores? ¿Cuando intentan hablar conmigo les hago caso? ¿Intento yo hablar con ellos? ¿Exijo más de lo que pueden darme? ¿Soy egoísta con las cosas que tengo y me cuesta dejarlas a mis hermanos? ¿Odio, en vídeo o tengo celos? ¿He dado mal ejemplo?
Tú trabajo/estudio:
¿Estudio al final para los exámenes porque no planifico mi tiempo y antepongo otras cosas menos importantes? ¿Qué cosa y por qué? Si hay un problema, ¿Participo de forma creativa o me limito a criticar destructivamente? ¿He sido perezoso en el cumplimiento de mis deberes? ¿Retraso el momento de ponerme a trabajar o estudiar? ¿Qué me retrasa? ¿He descuidado mi rendimiento en cosas importantes por perjuicio de aquellos para quienes trabajo? ¿Dependo excesivamente del teléfono, de Internet, hasta tal punto que influyen en mi atención y resolución de mis responsabilidades? ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás? ¿Soy agradecido?
Tú diversión/consumo:
¿Qué tiempo ocupo para mis diversiones? ¿Antepongo la diversión a la obligación? ¿Me dejo llevar por la publicidad, la moda, sin preguntarme si las necesito o me conviene? ¿He gastado más de lo que me permite mi posición? ¿He defraudado en el uso de los bienes? ¿Tengo caridad con el pobre? ¿Colaboro en las coletas de la Iglesia, ayudo a los necesitados?
Tus amigos:
¿Me aprovecho de ello según me conviene? ¿Los critico o defiendo cuando otros lo critican? ¿Me he preocupado del bien del prójimo, avisándole del peligro o corrigiéndole con calidad? ¿Cumplo la palabra que doy? ¿Miento? ¿He despreciado a mi prójimo? ¿Me he burlado de otros les he criticado, molestado o ridiculizado? ¿He calumniado atribuyendo a los demás lo que no era verdadero? ¿He reparado el daño o estoy dispuesto a hacerlo? ¿He dejado de defender al prójimo difamado o calumniado? ¿He hablado mal de otros por frivolidad, envidia o mal genio? ¿Con quién? ¿Los trato como me gustaría que me trataran a mí cuando cometen un fallo? ¿Los envidio si tienen algo que yo no tengo? En el noviazgo, ¿es el amor verdadero la razón fundamental de esas relaciones? ¿Vamos creciendo en nuestro conocimiento y compromiso o nos conformamos con “estar juntos”? ¿Buscamos las ayudas que necesitamos? ¿Nos formamos en función de lo que somos? ¿Degrado el amor humano confundiéndolo con el egoísmo y el placer?
Me ayudo de la Palabra de Dios…
“Y llegan a Jericó. Y a salir de Él con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús se detuvo y dijo: “Llamadlo”. Llamaron al ciego, diciéndole: “Ánimo, levántate, que te llama”. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: “¿Qué quieres que te haga?”. El ciego le contesto: “Rabbuni”, que recubre la vista”. Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha salvado”. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino” (Mc 10, 46-52).
“La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta”. (1ª Cor 13).
23 Sábado Feb 2019
Posted Hitos
inIsabel
¿Se está entrando en una nueva época a la que precede un interregno? ¿Será que sigue a la implosión del Imperio de los Soviets la de su réplica, los Estados y Gobiernos socialdemócratas? ¿Se cumple una vez más la vieja ley de la anakyklosis, de la evolución de las formas del gobierno? ¿Ocuparán las naciones el lugar que les había usurpado el Estado? La inseguridad, la incertidumbre y los temores de las masas, que empiezan a sentirse engañadas por las clases dirigentes, están en aumento, y, de acuerdo con la experiencia histórica, podría ocurrir cualquier cosa. (Dalmacio Negro – RAZÓN ESPAÑOLA)
Si vive en el ámbito seguro de un claustro fuertemente amurallado, y su tarea es la solemne alabanza divina, entonces está en cierta manera ya en este mundo alejada de la vida terrena, en la comunidad de los ángeles y de los santos que cantan el eterno Sanctus. Hace descender a la acción de la misericordia el amor divino para los necesitados y los oprimidos, significado por el santo hábito como pertenencia al Señor, o se entrega, invisible a los ojos humanos, a la oración de reconciliación y las obras de satisfacción supletorias delante de Dios por las almas en peligro, entonces entra en el lugar del ángel custodio.
Preguntémonos, ¿quiénes suscriben hoy -laicos o presbíteros- el juramento anti-modernista de San Pío X?: “Yo (…) abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos”. En todo caso, podría decirse que la post-secularización es la secularización intra Ecclesia, Satán metido en la Ciudad de Dios, para conmemorar el libro de Marcel de la Bigne de Villeneuve. (Juan Fernando Segovia – VERBO)
Cuando, Señor mío, dice san Gregario, parece que queréis mostraros más airado, entonces tomáis más a pechos nuestra salvación; fulmináis amenazas, pero con ellas no pretendéis sino llamarnos a penitencia. Bien pudiera el Señor castigar repentinamente a los pecadores, enviándoles una muerte súbita que no diera lugar a penitencia, pero no: se muestra indignado, empuñando el azote, por ver al pecador antes convertido que castigado. (Jaime Solá Grané)
Al ser la familia el núcleo de la formación cristiana de las personas, en su seno se fomenta no sólo la caridad entre sus miembros, sino también para con el prójimo. De esa manera, superando los complejos programas de distribución de la riqueza, emerge esa gran obra de caridad que es la limosna. “En vano se cansan los filósofos; en vano se afanan los socialistas; sin la limosna, sin la caridad, no hay, no puede haber distribución equitativa de la riqueza. Sólo Dios era digno de resolver ese problema, que es el problema de la humanidad y de la historia”. (Javier de Miguel – VERBO)
Pío XII denunció este plan, con estas palabras: “Es preciso impedir que la persona y la familia se dejen arrastrar al abismo a que tiende a arrojarle la socialización de todas las cosas; socialización al término de la cual la terrible imagen de Leviatán llegará a ser una horrible realidad. Con todas sus energías librará la Iglesia esta batalla, en la que están en juego valores supremos: dignidad del hombre y salvación eterna de las almas” (Discurso a los católicos austríacos, del 14-9-52). (Mn. José Ricart Torrens – CATECISMO SOCIAL)
El saber ético tiene por objeto la acción humana en tanto ella puede y debe realizar un cierto bien humano. Lo cual supone, también, que es posible que ese bien no sea realizado y, por lo tanto, que la acción haya sido contraria al deber. La ética parte del supuesto de que la acción humana puede acomodarse o desacomodarse respecto de un principio. En breve, la ética existe porque la acción humana tiene tales características que no está determinada a efectuar el bien del agente, tal como sí pareciera suceder en el mundo animal o vegetal, donde cada individuo realiza exactamente lo necesario para lograr no sólo su bien, sino también el de la especie. (José Luis Widow Lira – VERBO)
23 Sábado Feb 2019
Posted Sabaticas
inEl Consiliario
* Los endemoniados de estos tiempos quieren sustituir la idea de Dios por la del hombre. Sustituirán todas las ideas que quieran, pero Dios permanecerá eternamente. Dios es eterno e infinito en sus perfecciones.
* No perdamos la paz y la calma. San Pablo dijo que: “Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre el pecado”. Somos cientos de millones de católicos. Es verdad que muchos han apostatado.
* La dignidad del hombre está en su elevación al orden sobrenatural por la gracia de Dios. Sin gracia de Dios, el hombre queda en el orden natural, un “animalico” más. Con una buena confesión vuelve a ser hijo de Dios.
* “Con mayor razón en el Cielo el gozo grandísimo de Jesús será dar simplemente gozo y más gozo en compañía íntima con su Madre; y dar gozo precisamente a los bienaventurados del Cielo, hermanos suyos para siempre, en compañía de la Virgen, Madre de todos. Aquí se juntan las máximas alegrías después del gozo beatifico: la alegría de Jesús, la de la Madre y la de los hermanos ¡Que espectáculo el de esa mutua comunicación de todos hermanos en compañía de la Madre y del “Hermano Mayor” que se sacrificó y murió por todos! Nada hay que estorbe a ese coro patente de alegría y amor”. (Francisco Segarra, S.I.)