«Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo».
Mossèn Manel
* “El pensamiento único” es la esclavitud intelectual.
* “La última consecuencia del liberalismo es un ateísmo social” (Sardá y Salvany).
* Las monjas de la Abadía de Santa Cecilia dicen que el Señor necesita operarios que le ayuden para salvar al mundo.
* “La reverencia a la realeza de Cristo el reconocimiento de los derechos de su regia potestad y el procurar la vuelta de los particulares y de toda la sociedad humana a la Ley de su verdad y de su amor, son los únicos medios que pueden hacer volver a los hombres al camino de la salvación” (Pío XII).
* Los evangelios describen este reino como un reino cuyo ingreso exige una penitencia preparatoria, ingreso que a su vez sólo es posible por medio de la fe y del bautismo, el cual, si bien es un rito exterior, significa y produce la regeneración del alma.
* “Este reino se opone solamente al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas, y exige de sus súbditos no sólo que, con el desprendimiento espiritual de las riquezas y de los bienes temporales, observen una moral pura y tengan hambre y sed de justicia, sino que exige además la abnegación de sí mismos y la aceptación de la cruz” (Quas Primas, 8).
* “Por otra parte incurriría en grave error el que negase a la humanidad de Cristo el poder real sobre todas y cada una de las realidades sociales y políticas del hombre, ya que Cristo como hombre ha recibido de su Padre un derecho absoluto sobre toda la creación, de tal manera que toda ella está sometida a su voluntad.
San Isidoro de Sevilla, obispo y doctor de la Iglesia
Recapitulada por el P. Cano
– REPRESIÓN CIVIL DE LA HEREJÍA
Hasta después del año 1000 las personas más significadas de la Iglesia Católica se inclinaron a la benevolencia con los herejes. Sin embargo, el Derecho Romano consideraba a algunos herejes enemigos de la sociedad y dictó severas penas contra ellos, incluso la pena de muerte. A estas leyes se enfrentaron, entre otros, San Martín de Tours y San Isidoro de Sevilla.
En los siglos XI y XII, en pleno apogeo del entusiasmo religioso, el pueblo inició una campaña de violencia contra los herejes. Las autoridades civiles y eclesiásticas tuvieron que contener sus extralimitaciones.
El paso siguiente fue la persecución violenta de la herejía por parte de los príncipes cristianos, con disposiciones o leyes regionales contra los herejes, a quienes consideraban un peligro constante para los Estados cristianos, como demostraban las devastaciones causadas por los albigenses.
El conde de Flandes condenó a las llamas a varios herejes en 1183. Pedro II de Aragón fijó el año 1197 como plazo a los herejes, después del cual, amenazaba con la pena del fuego a los que encontrara en sus dominios.
– ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
Las primeras disposiciones de los Concilios y de los Sumos Pontífices contra los herejes establecieron penas más benignas que las que ya habían promulgado los príncipes seculares. La primera ley de carácter general la promulgó Alejandro III en el tercer concilio de Letrán de 1179. Inocencio III nombró legados para que, de acuerdo con el Ordinario, urgieran las medidas prescritas contra los herejes.
Contra lo que afirman algunos, el Papa no decretó la pena de muerte para los herejes. En realidad, los Romanos Pontífices, que sentían la necesidad de la represión de la herejía, se resistían al empleo de los castigos más duros.
El último paso, en la evolución de la persecución violenta de la herejía, fue el establecimiento de la pena de muerte por parte del poder civil y la organización de un tribunal eclesiástico especial, llamado Inquisición.
El Emperador Federico II promulgó la pena de muerte contra los herejes el año 1224. Las razones aducidas eran el orden público y el ser la herejía un crimen de lesa majestad. Ante este modo de pensar en toda la Cristiandad, Gregorio IX aceptó para toda la Cristiandad la ley imperial, el año 1231.
El Papa creó el tribunal de la Inquisición, formado por franciscanos y dominicos, y más tarde por solo dominicos. Es cierto que se cometieron excesos de parte de algunos tribunales o inquisidores particulares; pero lo común fue la aplicación de la justicia, basada en los principios entonces universalmente admitidos por los hombres de leyes, teólogos y canonistas. El procedimiento inquisitorial ofrecía mayores garantías de equidad que los juicios ante los tribunales civiles contemporáneos.
Para alcanzar un juicio objetivo sobre la Inquisición, el observador actual ha de situarse en el pasado y, desde esta perspectiva, tratar de comprender el significado que tenía la fe religiosa, en una época en que esa fe representaba el supremo valor.
Fue precisamente la seriedad misma, con que vivían las propias convicciones religiosas, la razón de considerar a la herejía como el peor de los crímenes, porque ponía en peligro el sumo bien, la salvación eterna de los hombres.
– LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA MEDIEVAL
El nuevo tribunal de la Inquisición fue extendiéndose por las diversas regiones de la Cristiandad, sobre todo en el mediodía de Francia y en el norte de Italia.
En España se introduce la Inquisición por iniciativa de San Raimundo de Peñafort, que era colaborador íntimo de Gregorio IX. El Papa escribió en 1232 al arzobispo de Tarragona, Espárrago, proponiendo a los padres dominicos como inquisidores de Aragón. El año 1242 se celebró un concilio en Tarragona para establecer las medidas convenientes contra los albigenses y otros herejes. El principal consejero fue San Raimundo, que compuso un Manual práctico del Inquisidor.
La Inquisición medieval española se circunscribió a Aragón y siguió en todas las normas generales de este tribunal eclesiástico.