JEAN DUMONT, Historiador francés
ISABEL LA CATÓLICA, LA GRAN CRISTIANA OLVIDADA
LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA, ¿PATINAZO O PLAN ORGANIZADO? (3)
Devastador para nuestros prejuicios
Empecemos por la historia social. Por sorprendente que esto sea, la historiografía francesa, obnubilada sin cesar y en casi todas partes por el acontecimiento político, no ha producido una historia social de conjunto acerca de la Revolución. La única que conocemos es inglesa. Su autor es Norman Hampson, por otra parte gran especialista de la marina revolucionaria. Peor aún: aunque su Historia social de la Revolución se encuentra disponible en otros idiomas además del inglés, como el español, no ha sido traducida al francés. Como si en Francia temiéramos aprender lo que pone en evidencia. Lo cual es, en efecto, devastador para los prejuicios, con los cuales se nos ha dado como una segunda naturaleza. Mientras que el oficialísimo monseñor Leflon, en su Crisis revolucionaria, tomo XX de la Historia de la Iglesia, de Fliche y Martin, y en un texto anexo a la Historia de Daniel-Rops, afirma que la Revolución es “al principio esencialmente antiaristocrática”, Hampson hace aparecer lo contrario. No solamente la famosa Noche del 4 de Agosto de 1789 no ha suprimido los derechos señoriales “reales”, establecidos sobre los fondos, en realidad los más pesados (censos, derechos sobre las gavillas, laudemios), estipulados solamente redimibles, sino que fue objeto de enmiendas que restablecían los derechos señoriales “personales”, que marcaban la diferencia de condición, como por ejemplo los derechos de exclusividad de pesca y de la cría de palomas. Esto lo confirma el especialista del país albigense, Pierre Rascol, enseñando que la administración revolucionaria, a fin de 1791 todavía, se ocupaba haciendo respetar la obligación de pagar o de respetar estos derechos señoriales. También Hampson expone que “la gran mayoría de los oficiales sigue siendo de noble linaje”, en el ejército revolucionario, en 1791. Lo veremos de nuevo en. 1793, cuando estalla la revuelta antirrevolucionaria de la Vendeé: todos los jefes de los ejércitos revolucionarios enviados entonces contra los rebeldes serán nobles, desde el ex-conde de Canclaux hasta el exduque de Biron. Más todavía, en su Marina del año II el especialista Hampson anota que las flotas “cuentan en 1791 con una proporción notablemente mayor de oficiales de linaje noble que en 1789”. En la guardia nacional, la nobleza ocupa también los primeros rangos: en París, sus jefes son el exmarqués de La Fayette, M. de Gouvion, M. de Rulhière, M. de la Chesnaye, etc. En la Vendée, uno de sus jefes es el exmarqués de Lescure, futuro general de los insurrectos. A menudo los municipios y los directorios departamentales son igualmente controlados por la nobleza: en París todavía las personalidades más vistas del directorio departamental son el ex-duque de La Rochefoucauld y el famoso Charles Maurice de Talleyrand. En la Vendée, el procurador síndico, esto es, el jefe del ejecutivo, del distrito de Cholet, donde se iniciará la revuelta popular, es el ex-marqués de Beauvau, que será matado durante la primera batalla, en el bando revolucionario.