Francisco Elías de Tejada
Hermanos en el amor a Cataluña, hermanos en la ilusión de las Españas:
En cumplimiento de la principal meta de sus actividades, la de actualizar la Tradición de las Españas, el Centro de Estudios Históricos y Políticos “General Zumalacárregui” acordó desde su primer congreso, celebrado en diciembre de 1964, el estudio con idéntico afán de puesta al día de las varias Tradiciones de cada uno de los pueblos españoles. Para dar cumplimiento a estos acuerdos nos reunimos hoy en la esperanza de procurar aclarar los perfiles de la gloriosa, libérrima y españolísima Tradición de Cataluña.
No es, pues, improvisación casual la celebración de las Primeras Jornadas Culturales Catalanas, ni nos congregamos aquí movidos por imperativos pasajeros de un oportunismo de mudables circunstancias. Estas Jornadas Culturales, que confiamos en Dios serán apenas el comienzo de unas tareas largas y fecundas, responden a un ideario coherente, suponen pagar una deuda con quienes nos precedieron en el sendero del deber al acuñar historia viva con hechos y pensamientos, arrastran evocaciones palpitantes en el latir de nuestros pechos, forman parte de un plan de trabajos sesudamente preparado y constituyen, en fin, nuestra respuesta, la respuesta española del Carlismo militante, a las problemáticas del siglo XX en el ámbito cultural del Principado catalán.
Todos sabéis que las presentes Jornadas, igual que cada una de las actividades del Centro de Estudios “General Zumalacárregui”, están desnudas de vestiduras políticas en lo que suele entenderse por política de puñaladas, zancadillas, pugnas y reparto de prebendas; solamente serían políticas en el alcance noble del vocablo, si por política entendemos la defensa de la verdad de las Españas, ahora planteada en el Principado catalán. Pero ya veréis cómo se nos acusará de políticos en el sentido más peyorativo del diccionario y cómo nuestras tareas de exclusivo horizonte cultural vendrán a ser definidas cabalmente por lo contrario de nuestras intenciones.
Por supuesto que ya sabemos desde ahora la triste experiencia ya padecida al airón de nuestros esfuerzos anteriores. Cuanto aquí digamos será mal interpretado, retorcido, descoyuntado y caricaturizado. Nos acusarán de retrógrados, de ilusos, de locos y de necios. Pretenderán en Madrid que somos los fautores de un nuevo ensayo de separatismo. Calumniarán en Barcelona que servimos intereses centralistas. Los de acá dirán no traemos nada nuevo; los de allá censurarán por quimérico el contenido ideológico de nuestro mensaje. Unos nos calibrarán de políticos interesadamente ambiciosos. Otros, al contrario, nos tacharán de pastorear sueños irrealizables. Por todas partes nos asediarán el recelo, la calumnia, el vituperio, la falsía o la amenaza. Es nuestro sino y todos desde ahora gustosamente pagamos la parte del dolor de incomprensión que a cada uno toque al relucir la suerte del empeño.
Aunque sí existe una cosa que no toleraremos jamás, por más que resulta tan meridianamente clara que espero nadie tenga nunca la osadía de lanzarla contra nosotros: la de motejamos de advenedizos, la de injuriarnos de extraños poniendo en discusión nuestra inequívoca condición de catalanes. Más aún. En el dintel de nuestros trabajos, al iniciar unos estudios que confío sean fecundos en sobremanera, yo quiero plantar aquí como un estandarte enhiesto en medio del fragor de la batalla, esta afirmación de la cual no nos moveremos por nada ni por nadie: la de que somos tan de la entraña de Cataluña, hermanos míos, que acontece somos hoy los únicos, los intachables, los solos indiscutiblemente verdaderos catalanes cara a la realidad del siglo XX y con los pies clavados en la historia real de Cataluña.
(VERBO)