

07 lunes Ene 2019
Posted in Artículos - Contracorriente


07 lunes Ene 2019
Posted in Hispanoamérica. La verdad
Una Epopeya misionera
Padre Juan Terradas Soler C. P. C. R
Devoción eucarística de los fundadores de las Américas
Piedad eucarística de conquistadores que, en pocos decenios, cubrió América de templos señoriales y de sagrarios riquísimos, fieles custodios de artísticos vasos sagrados, preciados ostensorios e imágenes y pinturas sacramentales. Piedad eucarística de una civilización, creadora de monumentos inapreciables, que han sido la admiración de los siglos posteriores. Quienes desapasionadamente contemplan hoy las producciones de aquellas épocas, a la vista de tanta magnificencia habrán de confesar que la generación que realizó obras de tanta envergadura artística, de tan relevante mérito, necesariamente iba animada de un alto espíritu civilizador y cristiano. Si el afán explotador y lucrativo hubiera dominado a los hombres de la conquista, las tierras de América no podrían ofrecer a nuestros ojos sino restos de factorías, defendidas por bastiones y ciudadelas formidables, y unidas entre sí por estratégicas vías que facilitarán el transporte de los productos “coloniales”. En lugar de esas obras de lucro y guerra, América ha conservado, como precioso tesoro, obras de paz y de justicia.
“Bajo el azul cielo peruano, desde las grandes ciudades a las humildes aldeas, la divina Eucaristía dominó soberana por la abundancia de iglesias, por el número de sacerdotes y religiosos, por el sagrado esplendor de arte que brilla en tabernáculos, ciborios y ostensorios, que aún hoy día son la admiración de los visitantes” (198).
(198). Son muchos los viajeros que “descubren” América —y a través de ella, la misión civilizadora de España— cuando penetran en aquellas tierras repletas de monumentos y obras de arte coloniales. Recordemos, a este propósito, la impresión reciente de un sacerdote francés amigo: “En un viaje que me llevó a través de Bolivia y las cordilleras peruanas hasta la hermosa ciudad de Lima, capital del Virreinato, en tiempo de la colonización española, no pude menos de entusiasmarme por la prodigiosa obra colonizadora y cristianizadora realizada por España en medio de dificultades inauditas” (La tradición, núm. 18-19, revista mensual publicada en Salta, Argentina).
Y últimamente todavía, oíamos al P. Ricardo Lombardi S. J., gran promotor en Italia y en otros muchos países del apostolado “Por un mundo mejor”, confesar ante los micrófonos de Radio Nacional de España: “Cuando en mis viajes por América he visto la obra realizada allí por España, he comprendido vuestra gran misión histórica” (Novenario del Amor, cuarto día, La unión de los ciudadanos. 30-V-1960).
(Radiomensaje al II Congreso Eucarístico Nacional del Perú, celebrado en Arequipa, 17-X-1940.)
07 lunes Ene 2019
Posted in Mostacicas
Don Manuel
* Las democracias actuales son manipulaciones de las personas.
* El diálogo que no busca la verdad, que odia la verdad, es satánico
* Si eres hijo de Dios, eres hijo de la Santísima Virgen María. ¡Hermanos de Jesús!
* Todos queremos ser felices, vivir alegres. No puede ser, sino rechazamos el pecado.
* Quien no defiende los derechos de Dios no puede ser misericordioso con el prójimo.
* Las llamadas libertades democráticas son pecados que esclavizan a las personas.
* Dios nos da cosas estupendas en la tierra continuamente. ¿Que nos prepara en la vida eterna?
* Ya lo he dicho otras veces. Los que luchan para hacer una «nueva iglesia», están endemoniados.
06 domingo Ene 2019
Posted in Artículos - Contracorriente
Con cada Misa oída o mandada a celebrar, disminuyes tu Purgatorio. En la hora de la muerte las misas a las cuales has asistido devotamente, formarán tu más grande consuelo. Cada Misa te procura un grado más alto de gloria en el Ciclo. En ella recibes la bendición del sacerdote, que el Señor ratifica en el Cielo y quedan bendecidos tus negocios e intereses personales.
06 domingo Ene 2019
Posted in Sintonía con la jerarquia
El apóstol, el enviado que lleva el anuncio de Jesucristo, lo hace a condición de poner en juego su vida, su tiempo, sus intereses, su carne. Hay un dicho castellano: «poner toda la carne en el asador». El viaje del anuncio -arriesgando la vida, jugándose la vida, la carne- solo tiene billete de ida, no de vuelta. Volver es apostasía. Anuncio a Jesucristo con el ejemplo, y ejemplo quiere decir jugarse la vida. Lo que digo lo hago. La palabra, para ser anuncio, debe ser testimonio. Es un escándalo esos cristianos que dicen serlo y luego viven como paganos, como no creyentes, como si no tuviesen fe. Seamos coherentes con la palabra y la vida: eso se llama testimonio.
Encontraos con ellos, poneos a su lado, estad de su parte, llenadles el cántaro que llevan del mismo Amor del que vosotros vivís. Ya veréis la reacción: marcharán a anunciar, como la samaritana del Evangelio, que han encontrado a alguien diferente que les llena el corazón, les sienta a su mesa, se ocupa y preocupa de ellos. Y no sois vosotros, es a quien transparentáis con vuestra vida: Jesucristo. Os propongo que recemos por los consagrados y por las vocaciones, al mismo tiempo que, para esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada, invito a los consagrados a vivir tres compromisos.
Si les hablo de esta manera, es porque, en mi corazón sacerdotal y pastoral, siento compasión por tantas almas caprichosas, perdidas, tristes, preocupadas y solas. ¿Quién los llevará a la luz? ¿Quién les mostrará el camino a la verdad, el único camino verdadero de libertad que es el de la Cruz? ¿Vamos a dejar que las almas sean entregadas al error, al nihilismo sin esperanza, o al islamismo agresivo? Debemos proclamar al mundo que nuestra esperanza tiene un nombre: ¡Jesucristo, el único Salvador del mundo y de la humanidad! ¡Ya no podemos estar en silencio!
Mis queridos catecúmenos, el bautismo que recibiréis no os sacará de la mentalidad del mundo. Deberéis tener siempre mucho cuidado para no adaptaros a ella, renovando continuamente vuestra mente en la escucha de la palabra de Dios que os enseña la Iglesia. Nutríos diariamente con ella; sed siempre dóciles y fieles al Magisterio de la Iglesia y estaréis libres de todo conformismo. Pero además de la mentalidad de este siglo, hay otro que os impide «mirar como mira el Señor»: Satanás. Él es el padre de la mentira y toda su acción en vosotros es haceros vivir en la mentira: en la mentira acerca del sentido de vuestra vida, el valor de vuestra persona, las relaciones con los demás; en resumen, todo.
“Vemos con gratitud a Dios que su pueblo valora la persona y el trabajo de los presbíteros, que en la riqueza ministerial de toda la comunidad cristiana, son los principales colaboradores del obispo en su misión de enseñar, santificar y guiar a la Iglesia. Son muchos los testimonios de presbíteros que lejos de los reflectores ejercen de manera callada, generosa y fiel su ministerio, muchas veces opacados por los escándalos provocados por los mismos ministros que se apartan de su verdadera misión. A lo largo de la historia de nuestros pueblos han sido fundamentales para su progreso la presencia y la acción de los presbíteros, muchos de ellos dejando y marcando de manera indeleble su vida, en campos como la cultura, el desarrollo humano, el deporte, etc., pero de manera especial en el conocimiento y vivencia de su fe»
Por mi parte me considero honrado al permitirme escribir estas líneas, convencido también de que no hay verdadero progreso para el hombre sin el anuncio de la verdad de la sexualidad humana que hemos conocido con la luz de la razón, la fe en Cristo y la enseñanza de la Iglesia. Verdaderamente, como dice el Concilio Vaticano II, es el Verbo encarnado quien revela al hombre el misterio del hombre y le descubre la sublimidad de su vocación al amor y al don de sí mismo a los demás. (Cf. Gaudium et spes, 22-23).
Qué hace, en ese caso, el historiador? Examinando de nuevo los documentos, ya los que se hallan en los Sagrados Libros, ya los sacados de dondequiera, teje con ellos un catálogo de las singulares necesidades que, perteneciendo, ora al dogma, ora al culto sagrado, o bien a otras cosas, se verificaron sucesivamente en la Iglesia. Una vez terminado el catálogo, lo entrega al crítico. Y éste pone mano en los documentos destinados a la historia de la fe, y los distribuye de edad en edad, de forma que cada uno responda al catálogo, guiado siempre por aquel principio, de que la necesidad precede al hecho y el hecho a la narración.